Apple encaja el golpe
Apple ha recibido un preventivo golpe antimonopolio. Los reguladores de EE UU están preocupados por el potencial monopolio de Apple en la telefonía móvil. Con la decisión de la compañía de publicar las reglas que rigen sus tiendas online, la luz verde a Google para hacer publicidad en las aplicaciones y el permiso a los desarrolladores para usar Adobe puede estar anticipándose a la acción del Gobierno. La compañía dirigida por Steve Jobs no tiene un monopolio en el mercado de los smartphones. Pero algunos de sus movimientos sugerían que estaba llegando a ese punto. Apple prohibió a rivales como Google colocar anuncios dentro de las aplicaciones que se ejecutan en sus dispositivos, como el iPhone. Además, Apple impedía a los desarrolladores el uso de herramientas como Adobe Flash para crear aplicaciones. Y las normas opacas sobre qué productos se pueden vender en su tienda online dieron lugar a decisiones curiosas, como el rechazo de Apple a la herramienta de voz IP de Google.
Los monopolios son difíciles de eliminar, como demuestra la historia de Microsoft e Intel. Y normalmente, un monopolio tiene poder financiero para castigar a cualquier rival que se atreva a entrar en el mercado.
La Comisión Federal de Comercio y el Departamento de Justicia empujaron a principios de año a la empresa a tener un comportamiento más abierto. Los cambios anunciados el 9 de septiembre, sin duda, ayudarán a los desarrolladores. Ellos tienen herramientas para crear aplicaciones, un mejor conocimiento sobre cómo colocar sus productos en los escaparates de Apple y una oportunidad para obtener ingresos en publicidad. Los consumidores también se beneficiarían, pues tendrían más programas para ejecutar en sus iPhone. Y Apple aumentaría ventas. Además, reduciría las posibles interferencias gubernamentales. El desmantelamiento de monopolios puede no ser particularmente efectivo en tecnología, pero Jobs presumiblemente preferiría gastar la próxima década hablando con los ingenieros de Apple, diseñadores y fans en vez de con sus abogados.
Por Robert Cyran