La batalla del depósito y la guerra por el cliente
Vuelve septiembre y las redes comerciales de los bancos afilan sus estrategias para captar pasivo. Vuelve, pues, la guerra del depósito, iniciada en 2008 al hilo de la quiebra de Lehman y que se ha librado desde entonces en sucesivas campañas en función de la facilidad o dificultad de la banca para obtener liquidez por las vías tradicionales, esto es, pidiéndolo en el mercado. Así, aunque el Banco Central Europeo siga proporcionando liquidez al 1% y en cantidades ilimitadas hasta fin de año, depender de las decisiones de la autoridad de Fráncfort no es el escenario ideal. De ahí que las entidades hayan optado, las que han podido, por emitir deuda, que algunas se hayan dado de alta en las cámaras de contrapartida central para captar liquidez sin pasar por el mercado interbancario y, finalmente, que el mercado se prepare para una nueva confrontación con el depósito como arma.
En cualquier caso, el panorama para los ahorradores no será tan atractivo como en trimestres anteriores. La progresiva normalización de los mercados, gracias al efecto balsámico de los test de estrés y a la menor presión sobre la deuda soberana, tiene como consecuencia que el acceso a la liquidez no es tan dificultoso ni tan caro. Por eso, aunque las entidades mantendrán la tensión en la red comercial, lo harán tanto para captar liquidez como para captar clientes. En otras palabras, si hasta ahora la guerra del pasivo ha venido determinada por las necesidades del oferente, es decir la banca, la etapa que se abre ahora viene muy condicionada por las preferencias de la demanda, es decir los clientes. En la actual situación de incertidumbre micro y macroeconómica, el ahorro está aumentando a tasas nunca vistas en las últimas décadas -algo a lo que contribuye el miedo a perder el empleo-, y gran parte de las opciones tradicionales de inversión se antojan demasiado arriesgadas. La caída en picado del tipo de interés del bono alemán hasta el entorno del 2% -para un activo con vencimiento a 10 años- y la fuerte demanda de activos refugio como el oro o el franco suizo así lo demuestran. Por eso los depósitos, las imposiciones a plazo de toda la vida, son el mejor gancho para que la banca capte nuevos clientes o se los reste a la competencia.
No quiere decir eso que la campaña será incruenta. Antes al contrario, a principios de este año quien abrió el fuego no fue precisamente un banco con problemas para financiarse, sino el Santander con un 4% para los fondos procedentes de otras entidades. Son niveles de tipos de interés que afectan al margen financiero, dado que suponen pagar más al cliente por su dinero de lo que se pagaría en el mercado, e incluso del interés que se saca prestándolo. Y en las próximas semanas volverán los movimientos de este tipo, ofensivos o defensivos. Una derivada de esta futura batalla será el papel que jueguen las entidades que han recibido ayudas públicas a través del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB). No sería de recibo que firmas cuyo balance está saneado gracias al esfuerzo de los contribuyentes se dediquen a competir en una guerra de venta a pérdida con tal de conservar cuota de mercado en un sector que está sobredimensionado. El límite lo marcará, o lo debería marcar, la cuenta de resultados, y las entidades más débiles pueden volver a sufrir, por la falta de liquidez y por la pérdida de clientes. Pasada ya la primera fase de las fusiones de cajas, queda por ver si actuará, y hasta dónde llegará, la selección natural.
Desde el punto de vista del particular, éste agradecerá sin duda que las entidades le ofrezcan depósitos, en lugar los complejos productos estructurados de dudosa conveniencia que estuvieron de moda en otras etapas. Pero eso no quiere decir que no exista letra pequeña; las condiciones de vinculación con las entidades son capaces de empañar la rentabilidad del depósito. Y no se trata sólo de la clásica domiciliación de nómina. Seguros, tarjetas de crédito, planes de pensiones y recibos son requisitos en muchos bancos y cajas. Una vez más, cabe recordarles a los ahorradores la conveniencia de estar alerta ante los ganchos de las promociones, pues en una guerra de ofertas la presión a la red comercial es grande y, a veces, no se explica con todo el detalle deseable la integridad de la letra pequeña de los contratos.