Instrucciones de Ikea para entender Basilea III
Más capital y de más calidad, límites al endeudamiento y control de la liquidez.
Las nuevas exigencias en materia de capital, liquidez y endeudamiento marcarán las próximas décadas del sector bancario mundial. La regulación, conocida como Basilea III, preocupa a supervisores, patronales y entidades financieras de todo el planeta. Sin embargo, para el ciudadano de a pie esta normativa es más compleja que las instrucciones de montaje de una estantería Liatorp del Ikea. Para intentar desmenuzar las nuevas exigencias, vayamos por partes.
En primer lugar hay que decir que Basilea III ya estaba en marcha antes de que estallase la crisis financiera, en otoño de 2007. Aún cuando la anterior regulación (conocida, claro está, como Basilea II) no había entrado en vigor en todos los países, los reguladores internacionales ya se habían dado cuenta de lo limitado de su alcance.
Con la expansión y profundización de la crisis económica mundial, el Comité de Supervisores Bancarios de Basilea (que agrupa a los gobernadores de los bancos centrales de las principales economías) recibió el mandato del G-20 de crear un nuevo marco normativo que fortaleciera a los bancos y evitara nuevas crisis.
Las líneas de actuación que se marcaron fueron tres: exigir más capital y de mayor calidad, establecer unos requerimientos mínimos de liquidez (a corto y largo plazo) y fijar un ratio máximo de endeudamiento.
Mientras los dos últimos aspectos son líneas de trabajo totalmente nuevas para los legisladores, el primero suponía profundizar en una senda ya trazada. La base de capital constituye los cimientos de cualquier banco, los activos que le permitirán absorber pérdidas en el futuro. Hasta la fecha se atribuía la máxima solvencia al capital social, las reservas, los resultados y los intereses minoritarios.
Con el primer borrador de Basilea III, este último concepto salía de la definición y, además, se restaba al conocido como core capital los impuestos anticipados recuperables y las participaciones minoritarias en bancos y aseguradoras.
Después de numerosas presiones por parte de Gobiernos y patronales bancarias, el Comité de Basilea aceptó atenuar esa interpretación tan restrictiva del capital. De mantenerse la redacción del último borrador, hecho público el lunes, los bancos evitarán deducirse las participaciones minoritarias y los créditos fiscales, mientras no superen el 10% del capital de alta calidad. Según apuntaba ayer un informe de Citigroup, los principales beneficiarios de esta medida son los británicos Barclays y Lloyds y el francés Crédit Agricole.
El Comité reconocía que "ciertas deducciones podrían tener consecuencias adversas para algunos modelos de negocio particulares", lo que sucedía especialmente en Crédit Agricole, con participaciones cruzadas con decenas de bancos regionales. No en vano, sus acciones se han disparado un 20% durante la última semana.
"Los principales ganadores de la nueva propuesta de Basilea son los bancos franceses, Lloyds, UBS, Unicredit y las entidades de los países nórdicos", explicaba ayer un analista de Credit Suisse.
Los ratios de liquidez
Una segunda línea de actuación de los reguladores internacionales se concentraba en la liquidez. Algunos de los episodios más aciagos de la crisis financiera se han producido, precisamente, por colapsos bancarios por falta de liquidez. Así ocurrió con Northern Rock, que se tuvo que ser rescatado por el gobierno británico por su incapacidad de conseguir financiación a corto plazo, o con la firma Lehman Brothers.
Para evitar situaciones similares, el Comité de Basilea ha diseñado dos instrumentos: un ratio de liquidez a corto plazo, que garantice que una entidad financiera tenga capacidad para aguantar 30 días con los mercados totalmente cerrados; y un cociente de financiación a largo plazo, que permita verificar que hay una correlación temporal entre el negocio crediticio y las vías de financiación del banco.
Con la primera redacción de Basilea III tan sólo se contabilizaba como colchón de liquidez a corto plazo la deuda soberana, mientras que ahora se ha aceptado que puedan incluirse, aunque con un descuento, la deuda corporativa con alta calificación crediticia.
Respecto al ratio de financiación a largo plazo, uno de los temas que más preocupaba a la banca española, se ha aceptado que las entidades con negocio minorista utilicen como vía de obtención de recursos, los depósitos de sus clientes.
Aunque estos cambios de criterio han sido muy apreciados por el sector, su principal victoria ha sido el lograr que se retrase de 2012 a 2018 la fecha de entrada en vigor de las nuevas exigencias de liquidez.
Límite al apalancamiento
Los economistas de todo el mundo han señalado el excesivo endeudamiento de las entidades financieras como una de las principales causas que precipitó y agravó la crisis económica. Para evitar que en el futuro vuelva a suceder lo mismo, el G- 20 se propuso limitar el grado de apalancamiento de los bancos.
Este objetivo constituye la tercera gran área de actuación de Basilea III. La intención del Comité de Supervisores Bancarios es desarrollar una herramienta "simple, transparente y desligada del riesgo" para medir el nivel de endeudamiento.
En un primer momento, el Comité había fijado un límite máximo de apalancamiento del 3% (lo que implicaba que los activos totales de un banco no podrían ser más de 33 veces el volumen de capital Tier 1 de la entidad). Con la revisión del lunes, se ha aceptado hacer más complejo ese ratio de apalancamiento y, sobre todo, fija un periodo de adaptación hasta 2017.