El precio de una reputación dañada
El banco de Wall Street Goldman Sachs ha resuelto las acusaciones de fraude ante la Securities and Exchange Commission de EE UU, tras el pago de una multa de 550 millones de dólares. BP ha demostrado que puede detener el flujo de la fuga de crudo en el Golfo de México. En la reciente investigación se estima el coste del derrame del grupo petrolero británico en menos de 30.000 millones de dólares. Pero los accionistas han pagado un precio mayor por estos episodios que por los daños cuantificables. Esta diferencia tiene una explicación obvia: el daño de la reputación.
El caso Goldman. Sus acciones subieron levemente el jueves tras el acuerdo con el regulador, dejando su capitalización en 74.800 millones de dólares, un 21% inferior a su valor del 15 de abril, el día antes de que la SEC presentara cargos. Casi la mitad es atribuible a la caída de las acciones globales en el mercado, tomando como punto de referencia el MSCI World Index. Tras el respaldo de la irrisoria multa, hay una pérdida de valor de 9.700 millones de dólares pendiente de explicación (el 11% del ajuste del valor de Goldman fue por la caída en el mercado).
BP tiene una historia similar. El grupo vale 77.600 millones de libras, el 36% menos que antes del accidente del 20 de abril. En el curso de la marea tuvo que ajustar la caída en los mercados mundiales, unos 19.000 millones de libras, según las últimas estimaciones, para la limpieza y la indemnización, sin contar los 16.100 millones por las pérdidas de valor. Significa el 14% del valor de BP.
Sería demasiado crudo concluir a partir de este análisis que la reputación vale casi un 12,5% de la capitalización del mercado, o que de alguna manera BP tiene una reputación beta mayor que Goldman. Ambas compañías se enfrentan a continuos desafíos empresariales por sus incidentes y la situación del grupo británico sigue siendo mucho más difícil e incierta que la de Goldman. Pero lo que está claro es que la reputación tiene un valor enorme. Las compañías necesitan protegerla y vigilarla más.
Por Christopher Hughes