_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El rol de la empresa en la economía moderna

Si en el motor de búsqueda más famoso hoy disponible en el web, se inserta la expresión Corporate Social Responsibility vendrán encontrados más de 55 millones de resultados. Hoy en día se habla y se escribe mucho de responsabilidad social, de ética y empresa. Quizá demasiado.

La Responsabilidad Social Corporativa (RSC) ya se ha convertido en un tema de importancia fundamental en el ámbito de la más amplia disciplina de la Economía de empresas. La época que estamos viviendo, caracterizada por una creciente difusión de comportamientos empresariales orientados a la especulación y al beneficio a corto plazo, induce a una reflexión profunda sobre lo que la empresa representa para el futuro desarrollo económico y social a nivel mundial.

Existen diferentes interpretaciones del rol de la empresa en la economía moderna y todas parten de la consideración común que la misma sea un instrumento de producción y distribución de riqueza. Sin embargo, es posible destacar algunas diferencias conceptuales de las varias interpretaciones de la RSC. Estas diferencias son estrictamente relacionadas con la concepción de la empresa y, en particular, con sus propias finalidades estratégicas.

Desde la publicación del Corporate Report, coordinado por el Accounting Standards Steering Committee en el año 1975, el concepto de RSC se ha evolucionado y junto a éste, también la concepción de la empresa misma.

Sin dudas, el enfoque hacia los stakeholders es el más conocido y hasta hace poco tiempo también el más utilizado por las empresas. Sin embargo, la teoría de los stakeholders presenta algunos límites evidentes. Hasta sus evoluciones más recientes son orientadas a la búsqueda de un equilibrio entre la empresa y los intereses que convergen en ella. Las convicciones que guían los gerentes hacia la elección de una u otra visión son siempre condicionadas por una escala de preferencias en los varios grupos de interés, por tanto existe el riesgo de privilegiar, según los casos, determinados stakeholders en detrimento de otros.

Otro modo de interpretar la RSC es representado por la teoría de la legitimidad. Según esta perspectiva, las empresas gozan de ventajas de varia naturaleza, como la responsabilidad limitada o la continuidad operativa, a través del mecanismo de legislación de sociedades. Esta legislación es promulgada por el parlamento que está compuesto por los miembros representantes del pueblo y, por esto, existe una especie de "contrato social indirecto" entre la empresa y la comunidad, entendida ésta en sentido genérico.

En realidad, la continuidad operativa, entendida en el sentido propuesto por esta visión, es más que todo asegurada a las empresas de grandes dimensiones o aquellas en que la intervención del Estado es más profunda y frecuente.

En estos casos, sobre todo cuando la supervivencia de la empresa es de fundamental importancia para el contexto social y económico en que opera, se pueden admitir algunas soluciones legislativas que permitan a la misma de proseguir con su propia actividad.

La visión alternativa de la RSC es proporcionada por el activismo social. æpermil;ste es una elección de la empresa que toma plena conciencia de la amplitud de sus finalidades que abarcan la producción y difusión de un "valor extendido" hacia todos sus stakeholders. En otros términos, la producción o acumulación de riqueza no puede ser un fin exclusivo de la actividad humana, donde esta última se debe identificar con la satisfacción de las necesidades del hombre y su perfeccionamiento como persona.

En conclusión, no hay empresa sin una manifestación de la actividad humana y el nuevo valor producido por la misma debe encontrar una justa y racional distribución entre quienes estén, a cualquier título, involucrados por su acción administrativa.

Marcello Cosa. Doctor en Economía de Empresas de la Universidad de Bari. Ganador de uno de los accésits del Premio AECA de Artículos sobre Contabilidad y Administación de Empresas 2010

Archivado En

_
_