"Para sobrevivir a la crisis hay que arriesgar y salir al exterior"
Expertos en arquitectura deportiva, RFA tiene en su haber proyectos como el estadio del Espanyol, el Nacional de Noruega o, en la actualidad, el camellódromo de Qatar. Su secreto: la internacionalización.
Mark Fenwick todavía recuerda la noche en que, a punto de cerrarse la adjudicación de un gran proyecto en China, el cliente le preguntó por qué debía escoger a un pequeño estudio como el suyo en vez de a su rival en el concurso, la gigantesca firma Skidmore, Owings & Merrill (SOM), fundada en Chicago en 1936. "Mire usted -respondió Fenwick-, yo soy Fenwick, está usted hablando con el arquitecto que hará su proyecto, ese arquitecto soy yo mismo. Skidmore, Owings y Merrill, sin embargo, están todos muertos".
El efecto de su argumentación fue aplastante y RFA, con 35 empleados, ganó la partida a SOM, con 1.400. "Lo que dije era rigurosamente cierto. Los grandes estudios internacionales son firmas comerciales e impersonales, donde el cliente habla con un comercial y no sabe quién hace el trabajo. En un estudio pequeño habla directamente con el responsable del proyecto. Y eso es algo que todo el mundo entiende muy bien".
Inmersos actualmente en la realización de un innovador camellódromo para el emir de Qatar, Fenwick e Iribarren reconocen que una de las claves que les ha permitido no sucumbir a la crisis que ha sacudido de forma dramática su sector es haber sabido vender en el mercado extranjero el concepto de pequeño estudio de arquitectura de autor.
La otra, sin duda, ha sido atreverse a apostar por la internacionalización y romper con la idea de que sólo los grandes estudios pueden competir en grandes proyectos. "Con la crisis, la única salida para nosotros, los arquitectos, es irnos fuera o desaparecer. Pero no es una decisión fácil: resulta muy caro y hay que estar dispuesto a jugárselo todo", señalan.
De 70 a 35 empleados
Como explica Iribarren, "jugársela" ha sido exactamente lo que ha hecho RFA. Tras haber mantenido algunos contactos internacionales sin demasiados resultados a principios de 2000, cuando llegó la crisis decidieron retomar esas relaciones y emprender la aventura de darse a conocer fuera de España.
Para ello tuvieron que ganarse la confianza de los clientes, a costa de estar dispuestos a trabajar sin cobrar en distintos proyectos durante casi un año. "Hace sólo dos años el 95% de nuestros ingresos estaba en España y el 5% fuera; ahora es exactamente a la inversa".
¿Inmunes a la crisis? "En absoluto. A nosotros nos ha afectado como a todos, hemos pasado de 70 personas a 35, por eso hemos buscado una alternativa. Nos lo jugamos todo porque no teníamos otra opción. El año pasado nos acercamos al límite, porque una aventura como ésta implica trabajar sin ingresos hasta que entra el primer euro", señala Iribarren, quien resalta la ayuda que el estudio recibió del Icex para llevar a cabo su salida al exterior.
El tercer factor clave en la estrategia del estudio ha sido buscar un nicho de negocio donde la competencia no fuese excesivamente fuerte: la arquitectura deportiva. Así, RFA ha realizado proyectos como el estadio del Español, galardonado con el Premio Quatrium al mejor edificio deportivo de España en 2009, el proyecto del nuevo estadio del Valencia, del futuro estadio Nacional de Fútbol de Noruega, en Oslo, o un espectacular camellódromo en Doha (Qatar).
Pese a todo, reconocen que la competencia es dura. "Ahora mismo existen pocos proyectos, esto es una crisis global, y los mejores arquitectos del mundo están yendo a por ellos, es más difícil que nunca", señala Fenwick.
El socio británico de RFA recalca el valor de saber moverse en las diferentes culturas de los clientes. Así, tras la presentación del proyecto de construcción del camellódromo de Qatar, el estudio estuvo un año y medio sin noticias del emirato. "Un domingo, hace poco más de un mes, nos llegó un fax del emirato en el que se nos decía que el proyecto había comenzado el día anterior y que teníamos una reunión en Qatar al día siguiente a las 12 de la mañana", recuerda Fenwick, quien explica que tuvieron que enviar a un arquitecto del emirato a cubrir la reunión.
Un circuito para camellos
Las peripecias de RFA en Qatar previas a la adjudicación del proyecto del camellódromo tienen el color de las historias de Hergé, en las que no faltan conversaciones con la familia del emir, peticiones como la de cubrir y climatizar las pistas por las que corren los camellos y reuniones intempestivas. En Qatar, donde las carreras de camellos son un deporte milenario, los animales corren guiados por un robot jockey teledirigido mediante control remoto por un operador que sigue al animal en un coche 4x4. Como en la competición participan hasta 60 camellos, la acumulación de vehículos que se produce ha llegado a crear un verdadero problema en el país.La solución propuesta por Fenwick e Iribarren consiste en un sistema de movimiento lineal de 150 metros de longitud colgado de una gran viga a modo de monorraíl, donde se sitúan los controladores de los robots y que les permite seguir a los camellos. A ello se une un vagón móvil sobre el monorraíl que facilita a 450 invitados vip observar el desarrollo de la carrera a 60 kilómetros por hora.