_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

EE UU y Europa, dos modos de concebir el miedo

En la mayoría de las ocasiones no hay nada mejor que las cosas simples para interpretar las que no lo son tanto. Leyendo la prensa me ha venido a la memoria el brillante documental de Michael Moore, Fahrenheit 9/11, en el que el director norteamericano indagaba sobre lo sucedido en Estados Unidos después del atentado terrorista del 11-S. Planteaba el documental, no sin tintes subjetivos, cómo la Administración Bush utilizó aquel trágico ataque a las Torres Gemelas para su propio beneficio político, difundiendo entre su propia población el miedo a un nuevo ataque terrorista.

Como decía, esa imagen me vino días atrás de nuevo a la cabeza cuando, revisando la prensa, topé con la noticia de que el Senado de Estados Unidos había propuesto un proyecto de ley que pretende dar al presidente de ese país el poder de cortar internet ante una ciberamenaza. Aunque para los escépticos de internet lo anterior pudiera sonar a ciencia ficción, la realidad que vivimos invita a pensar lo contrario. Los activos de los Estados y de las grandes transnacionales ya no se hallan únicamente en el mundo offline sino también en el virtual, por lo que garantizar su seguridad ya no se circunscribe al ámbito físico.

No busquemos la cuadratura del círculo, la cuestión es sencilla. En el entorno de internet se vienen produciendo en los últimos tiempos una serie de ataques informáticos que han permitido a mercenarios de la red tumbar auténticas fortificaciones de seguridad cibernética, obteniendo al tiempo un ventajoso lucro por ello, bien a través de obtención de datos de naturaleza sensible, bien abriendo brechas de seguridad donde no las había, poniendo en cualquier caso en evidencia los sistemas de seguridad de los Estados y empresas atacados.

Aprovechando esa coyuntura, igual que aprovechó la Administración Bush el 11-S, el Senado norteamericano ha lanzado un proyecto de ley cuyo prioritario objetivo es, en sus propias palabras, "salvaguardar la red del país y proteger a nuestro pueblo". El proyecto de ley, en los términos que éste se ha dado a conocer, daría plenos poderes al presidente de Estados Unidos para, en caso de emergencia, salvaguardar la ciberseguridad del país, incluyendo entre sus facultades la prerrogativa de cortar el acceso a internet si la situación lo requiriese. Si lo anterior no fuese bastante, el Centro Nacional para la Ciberseguridad y las Comunicaciones, que así se llama el órgano ejecutor proyectado, podría revisar asimismo los mecanismos de seguridad implantados por las empresas afincadas en territorio norteamericano al objeto de testar el grado de seguridad de las mismas frente a intrusiones informáticas de terceros Estados.

El texto del proyecto se justifica por sus partidarios, al igual que se justificaron algunas de las medidas adoptadas por la Administración Bush, en el hecho de que las infraestructuras críticas del país han de estar a salvo del terrorismo cibernético. En cualquier caso, la oposición a tales medidas no se ha hecho esperar, e importantes grupos de presión del sector tecnológico han puesto el grito en el cielo por el empleo que pueda hacerse de este poder absoluto que se le confiere al presidente.

Extrapolando la situación a Europa, se me antoja ciertamente complicada la posibilidad de que a algún Estado miembro de la Unión o que a la Unión Europea misma se le pase por la cabeza conferir al jefe del Estado o al presidente de turno la facultad de convertir internet en un cortijo y cortar cuantas conexiones a internet le venga en gana. Y es aquí donde creo más que nunca en el simbolismo de Michael Moore; no puede emplearse el miedo a nuevos ataques para justificar medidas que ponen en entredicho la propia privacidad de los individuos. Lo anterior no significa que no nos debamos proteger, sino que, como afirmaba el príncipe de Maquiavelo, "el fin no justifica los medios".

Álvaro æpermil;cija. Socio-director de æpermil;cija

Archivado En

_
_