El primer semestre marca el camino
El primer semestre de este año no se recordará por los éxitos cosechados por la presidencia española en la Unión Europea, sino por los desesperados esfuerzos diplomáticos y financieros desplegados por la Comunidad Europea para defender su proyecto político y económico, puesto en cuestión por los inversores internacionales, aprovechando la debilidad del crecimiento de los países por los que circula el euro, las altas tasas de endeudamiento acumuladas y los riesgos, reales y aparentes, de impago de tales compromisos en algunos de ellos. Precisamente de la prueba de esfuerzo a la que han sido sometidas las economías del euro, junto con sus sistemas financieros, han florecido mecanismos imprescindibles para la supervivencia de la moneda única que no estaban en el guión, fundamentalmente una herramienta de rescate financiero multimillonario, que va acompañada de obligados pasos en la convergencia de las políticas económicas y fiscales, así como en una mejora de la disciplina fiscal.
Y España ha sido, y no precisamente porque ostentase la presidencia de la Unión, el botón de muestra utilizado para orientar una política fiscal y económica lo más unificada posible con sus socios. Amortizada Grecia ante la evidencia de que sus excesos fiscales tienen poco arreglo, con la posibilidad contemplada de que reestructure su deuda, el acento de las correcciones se han puesto en España por la capacidad de arrastre que tendría para la economía europea y para la moneda única su hipotético colapso fiscal. Se trata, a fin de cuentas, del 11% de la zona euro, y su deuda pública (de las más cómodas de la Unión) copa buena parte de los balances de los bancos alemanes, franceses y suizos.
La crisis ha transformado a España de ser el país con mayor crecimiento acumulado del continente en los tres últimos lustros, a ser el de expectativas más sombrías para los próximos años, precisamente por la acumulación excesiva de desequilibrios financieros, y la falta de un modelo de crecimiento solvente que devuelva a sus habitantes a los niveles de riqueza previos a 2008. Por ello, el Gobierno ha tenido que abdicar de su política de estímulos indefinidos al crecimiento y de su inmovilismo en materia reformadora, para poner en marcha un acelerado plan de ajuste fiscal y cambios normativos que flexibilicen determinados mercados de bienes, servicios y factores.
Tal revisión plena de sus políticas coincide, además, con los primeros síntomas reales de recuperación de la economía, tras encadenar casi dos años completos de recesión, lo que podría generar una recaída que no está en disposición de permitirse. Tras un primer trimestre de ligero avance del PIB, determinados indicadores de consumo consolidan los números negros, e incluso el ahorro generado por la desconfianza ha dejado de crecer, según los datos adelantados ayer por la Contabilidad Nacional. Las ventas de coches (cierto que artificialmente estimuladas), la demanda eléctrica, y la propia contratación de trabajadores, que se detallará hoy mismo, muestran mejor cara que hace seis meses. Sin embargo, todavía falta el impulso de muchas otras variables para que se movilice de verdad la que sin duda ha de marcar el verdadero giro cíclico: el empleo.
Pero el punto crítico en el que está una economía mirada con lupa por el mundo del dinero exige nuevos pasos del Gobierno para recuperar el activo más demandado ahora: la confianza. El ajuste fiscal ejecutado por el Ejecutivo, en el que ha mostrado disposición a llegar al final, poniendo como norte único la reducción del déficit hasta el 3% en 2013; la concentración de las cajas; y la reforma laboral, aunque sea limitada, marcan la mitad del camino en el mejor de los casos. Una racionalización de los gastos sociales que componen el Estado de bienestar para hacerlo sostenible; un Presupuesto creíble para 2011; una reforma energética que ahora se ha abordado con unidad política sólo porque se ha convertido en infinanciable sin disparar las tarifas, y una reforma educativa y judicial son imprescindibles para recuperar el favor de la inversión, básico en un país que necesita el dinero del exterior para atender a su crecimiento. La publicación de los stress test de la banca es imprescindible para que regrese la confianza en el que pasaba por ser el sistema financiero mejor supervisado, capitalizado y gestionado de Europa: el español.