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Columna
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El dinero de las otras personas

Los reguladores financieros enseñan los dientes en todo el mundo. La última exhibición de agresividad es la multa de 50 millones de dólares de la Autoridad Británica de Servicios Financieros (FSA en sus siglas en inglés) de Reino Unido a JP Morgan. La firma de Wall Street sin duda se merece una gran bofetada. Mezcló hasta 23.000 millones de fondos de clientes con los suyos propios durante siete sorprendentes años. Aunque el organismo de control no sale tampoco bien parado en este episodio.

Los futuros y las opciones de negocio de JP Morgan fallaron a la hora de proteger el dinero de los clientes desde 2002, tras su fusión con Chase Manhattan. El error no se descubrió hasta julio de 2009. Un descuido escandaloso. A los bancos les gusta jactarse de poner a los clientes primero. En este caso, eso significaba también que los clientes podrían estar potencialmente en primera línea para perder dinero si JP Morgan quebraba. Es sorprendente que el error haya podido pasar desapercibido durante tanto tiempo en una organización tan supuestamente sofisticada. La infracción no se cometió en algún rincón lejano del vasto imperio de JP Morgan, y las sumas en juego son colosales.

Irónicamente, los fondos de los clientes alcanzaron un pico en octubre de 2008 cuando los inversores, nerviosos, acudieron en tropel a JP Morgan al percibirle como un refugio seguro.

La fuerte multa de FSA está calculada sobre la fórmula de un 1% de la media de los fondos en cuestión con un descuento por el hecho de que JP Morgan se fue de compras consigo mismo. Pero la penalización es una advertencia. Si el dinero del cliente no se protege, recuperarlo en caso de que se produzca una quiebra se convierte en una pesadilla -como han aprendido los clientes de Lehman Brothers-.

El asunto es sin embargo un recordatorio de que FSA ha sido ineficaz durante gran parte de la última década. El regulador dice lastimosamente que es "crucial" que las empresas cumplan con sus reglas de dinero de sus clientes. Sin embargo, si los bancos de EE UU no hubieran informado de su error, el organismo de control podría no haberse dado cuenta nunca. Tras sobrevivir recientemente a las llamadas para ser destronado, el FSA debería estar satisfecho con su última victoria sobre una gran empresa. Sin embargo, para restaurar su credibilidad, tendrá que hacer algo más que simplemente tener mano dura con antiguas malas acciones.

Nicholas Paisner

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