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Tribuna
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China sale de compras

El mes de marzo se cerró con excelentes datos de ventas de coches en España, pero también con la noticia de la compra de Volvo Cars por parte de la china Geely. Si aquellas estadísticas auguran tal vez el principio del fin de la recesión en España y otros países occidentales, la segunda noticia sí confirma la creciente influencia de China y otros mercados emergentes en la automoción. La venta de Volvo sigue a transacciones similares en los últimos dos años, como la adquisición de Land Rover y Jaguar por la india Tata, la de MG y Rover por las chinas Nanjing Auto y Saic, así como la compra de la legendaria Aston Martin por parte de un grupo inversor de Oriente Medio.

Volvo constituye la operación de mayor envergadura por parte de un fabricante chino de automóviles en el exterior, lo cual no ha resultado sencillo, pues en los meses anteriores se había frustrado la venta de Hummer también a un grupo chino y se había materializado sólo una venta parcial de Saab a Beijing Auto (BAIC). Los fracasos en sus aventuras exteriores no son desconocidos para los chinos, que con frecuencia han chocado con las reticencias de Gobiernos, sindicatos y hasta competidores occidentales. Pocos años atrás se frustraron, por ejemplo, los intentos de compra de las americanas Unocal, Westinghouse y 3Com por parte de grupos chinos que operaban en estos sectores tan sensibles, en concreto petróleo, energía nuclear y telecomunicaciones, respectivamente.

En otras ocasiones, los fracasos han venido de la parte china. De hecho, sonadas decepciones han llevado al Gobierno y las empresas chinas a ser más selectivos en sus procesos de adquisición en el exterior. En 2003, por ejemplo, se consumó la compra de las francesas Thomson y Alcatel por parte de TCL, con el propósito de aportar marcas occidentales renombradas y sólidas redes de distribución a una empresa china de electrónica entonces desconocida. Sin embargo, los costes de reestructuración de los negocios en Europa, como cierres de fábricas y despidos, triplicaron las estimaciones chinas y las sinergias de marca y distribución fueron muy inferiores a lo esperado. La aventura europea casi acaba con la empresa china, que sufrió graves pérdidas durante varios ejercicios.

Las lecciones del caso Thomson-TCL han calado hondo en China, como también lo han hecho las compras de acciones en Blackstone y Morgan Stanley por parte de la China Investment Corporation (CIC). Este fondo, que administra parte de las ingentes reservas de divisas del Estado chino, gastó unos 10.000 millones de dólares en firmas de Wall Street, cuyo valor es hoy día muy dudoso. Estas malas experiencias han aconsejado la máxima cautela a empresarios y gobernantes chinos. Las últimas operaciones demuestran precisamente el nuevo rumbo de las inversiones exteriores chinas: más selectivas en los activos que compran, menos expuestas a futuras reestructuraciones, menos proclives a desembolsar efectivo y más orientadas a su propio mercado interior, que es el que mejor conocen y el que, en definitiva, aportará mayor crecimiento futuro.

En la operación de Saab, cerrada el pasado mes de diciembre, la china BAIC no compró toda la empresa, sino sólo los derechos para fabricar y comercializar determinados modelos en China, tal y como hiciera también Nanjing Auto con la británica MG.

En el caso de Geely, Volvo había despedido ya a más de 11.000 empleados desde 2008 y había recibido fondos del Banco Europeo de Inversiones (BEI), prueba de que la reestructuración estaba ya a pleno gas. Difícilmente Geely permitirá que Volvo se convierta en la sangría que fue Thomson para TCL y, a diferencia de ésta, espera que los rendimientos de la marca occidental adquirida se obtengan precisamente en China. Convertida ya en el primer mercado de automóviles del mundo, con más un millón de unidades vendidas cada mes, Geely prevé multiplicar por diez los 22.000 Volvo vendidos en 2009 en su mercado doméstico.

Tras el fiasco de Thomson, la compra de Volvo pone de relieve el renovado interés de los grupos chinos por marcas europeas, aunque principalmente para explotarlas en su propio mercado. El caso de Telefónica y China Unicom demostró también que el intercambio accionarial puede ser una buena fórmula de colaboración para las empresas cotizadas. Asistimos pues a un creciente protagonismo de las compraventas empresariales, pero también de las alianzas estratégicas y las licencias de marcas o tecnología, en las fructíferas relaciones de China con Europa.

Jacinto Soler Matutes. Profesor de la escuela de Asia Oriental, universidad Pompeu Fabra. socio fundador de la consultora Emergia

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