Volar seguro, pero volar a fin de cuentas
Eurocontrol, la Agencia Europea para la Seguridad de la Navegación Aérea, ha contestado a las quejas de las aerolíneas por no poder volar proponiendo a los Gobiernos europeos reducir las zonas prohibidas a la aviación por la nube de ceniza del volcán Eyjafjalla. La agencia propone delimitar una "zona roja", que permanecerá vedada, establecer una segunda donde el riesgo es mínimo y una tercera no afectada en absoluto. En el caso de la segunda franja, la responsabilidad de volar recaerá sobre las compañías, aunque se reforzarán los controles sobre las aeronaves, que deberán ser revisadas tras cada viaje. Con ello, se podría aliviar el monumental atasco aéreo en el que está sumida Europa.
Es de suponer que la seguridad ha prevalecido en esta decisión, pues ni Gobiernos, ni Eurocontrol, ni mucho menos las aerolíneas se arriesgarían a sufrir un accidente, por remota que sea la probabilidad. Precisamente, garantizar la seguridad explica la decisión adoptada por el organismo europeo de prohibir radicalmente los vuelos, en una medida que quizá haya pecado de exceso de celo. No obstante, su misión es garantizar que no exista el más mínimo riesgo. Tan extrema medida se sustenta en el incidente sufrido por un 747 en 1982, al que se le pararon los cuatro motores al atravesar una zona de cenizas en Yakarta. El suceso es lo suficientemente grave como para despejar las dudas y, a tal fin, la industria debe determinar si los motores de hoy sufren fallos similares y, de ser así, buscar soluciones técnicas.
Lo indudable es que el mundo no puede sobrevivir sin aviones. Y eso ha quedado sobradamente demostrado de nuevo estos cinco días, como ya había sucedido tras los atentados del 11-S. A causa de la nube de cenizas volcánicas, tres cuartas partes de Europa han quedado incomunicadas por aire y decenas de miles de personas atascadas, tras haberse cancelado más de 80.000 vuelos en estos días. En el siglo XXI resulta difícil aceptar que no haya soluciones técnicas que permitan una libre circulación de las personas en Europa.
La economía también se ha resentido, y no sólo en el sector aéreo y los productos perecederos que se transportan por aire. El turismo será otra actividad seriamente perjudicada si las restricciones continúan más tiempo. Las aerolíneas han cifrado entre 150 y 300 millones de euros las pérdidas diarias del sector a causa de esta crisis, pero a ello hay que sumarle el impacto en la economía de los viajeros y de las empresas que no han podido cumplir sus planes. Semejante esfuerzo coincide con uno de los peores ejercicios de las aerolíneas por la crisis económica. No se les puede exigir que asuman en exclusiva un colapso del que no son responsables. Los Gobiernos han barajado ayudas en una decisión que debe ser ejecutada sin demora, pero con eficacia.