De la granja a la mesa sin (casi) ningún intermediario
Agricultores y ganaderos se saltan la gran distribución para llegar directamente al consumidor con productos de mayor calidad
Hasta 60.000 litros de leche regaron los campos de comarcas cercanas a Santiago de Compostela en septiembre de 2009. Era el gesto de protesta de trescientas explotaciones gallegas para reivindicar un precio mínimo para la leche. Los bajos precios, la restrictiva normativa comunitaria y la larga cadena de distribución empujan al sector ganadero y agrícola en España a un estrecho margen de beneficio. Tan estrecho, que las pequeñas explotaciones apenas sobreviven.
La creciente conciencia medioambiental de los consumidores y la voluntad de ser más independientes de la industria están abriendo a este sector un nuevo modelo de negocio, y de vida. Cada vez más productores se saltan los canales tradicionales de distribución y se dirigen directamente al consumidor. La clave: ofrecer productos de mayor calidad, siempre de temporada. Tomates que sepan a tomate, naranjas cuyo color no sea fruto de la maduración de las cámaras frigoríficas o pescado salvaje.
"Que existan tantos intermediarios eleva el precio entre cuatro y cinco veces desde su recolecta hasta la tienda", explica Beatriz Fadón, impulsora de Red Calea, un proyecto agrícola independiente en Extremadura que quiere reducir la cadena a la relación entre productores y consumidores. Algo que no le ha resultado nada fácil. Primero hubo que convencer a los propios productores de las ventajas que ofrece la agricultura ecológica. "La mayoría de los agricultores no ha buscado una salida al círculo tradicional, pese a que pierden dinero", explica Fadón.
Una vez convencidos, se puso en marcha la venta directa de sus productos a través de la tienda La Recolecta, por internet y por teléfono, a asociaciones de consumidores y a particulares. En vez de varias bolsas y visitas al supermercado, el cliente recibe en casa una cesta de varios kilos de frutas y verduras, en función del número de personas.
"El envío de entre siete y diez kilos de comida a un grupo de doce familias con el que trabajamos en Plasencia cuesta 18 euros", explica Fadón. Si el envío es hasta Madrid, el precio suma otros 29 euros.
De ahí que esta cooperativa privilegie el desarrollo local. "Sabemos que el gran reto es llegar a ser competitivos con el sector convencional, pero el gran problema es la escasa distribución que existe en el sector ecológico, que sigue encareciendo el producto", según Fadón.
Y responde a los escépticos, reacios a pagar más, que "el precio del producto convencional es una ficción, no se cubren gastos ni costes con ese modo de producción".
Por ello es preferible trabajar con asociaciones de consumidores, para abaratar el transporte. Es el caso del grupo de consumo autogestionado Mansalva, cincuenta vecinos de Cáceres que optaron por organizarse para alimentarse "con calidad", explica Gonzalo Palomo, miembro del colectivo.
Cada quince días hacen y recogen sus pedidos, coordinándose con los agricultores. El colectivo ha elaborado un decálogo de criterios para elegir los productos. El más importante "por encima de si son ecológicos, es que sean próximos, como máximo que provengan de un radio de 80 kilómetros a la redonda, por la calidad y por evitar una fuerte huella ecológica", explica Palomo. ¿Y el precio? "Importa, pero no es imprescindible para decidir".
En este tipo de grupos, el cliente no se contenta con ser consumidor. Se trata de participar en el proceso de producción agrícola, colaborar en la mejora de los hábitos alimenticios y de las condiciones laborales de los agricultores. "Cada uno dedicamos unas cuatro horas , dos veces al año, para hacer y recoger los pedidos, entregarlos y ocuparse de la contabilidad, nos rotamos", explica Palomo. Así también funciona el grupo La Dragona, en Madrid.
No hace falta llegar a ese nivel de compromiso. Basta con querer comer bien. Ese es el reclamo de Naranjas del Júcar. Esta empresa familiar sacó parte de su producción de la gran distribución. Su gancho comercial "del árbol a su casa" en 24 horas en toda la península, permite a esta pequeña empresa familiar de Carcaixent (Valencia) compensar parte de los bajos precios del canal tradicional. "Los precios agrícolas siguen siendo los de hace treinta años, son ínfimos, no se cubren precios", explica Bernardo Magraner, socio familiar de la compañía.
Su oferta abarca todo tipo de cítricos, desde mandarinas clementinas, naranjas navelinas o navel, desde el mes de octubre hasta junio. Eso sí, sólo reparten aquellos frutos que son de temporada. Una caja de quince kilos de naranjas navelinas cuesta 27 euros, a pagar por transferencia bancaria, por tarjeta de crédito, a través de internet o a contra reembolso, en el domicilio.
Este modo de producción, ajeno a las cámaras frigoríficas donde las naranjas entran de color verde y salen maduras por los conservantes y "sin sabor", sólo representa el 5% del negocio. "Queremos que se convierta en una opción económica cada vez más sólida. Desde que decidimos lanzarnos el año pasado, la demanda se ha duplicado", explica Magraner. La mayor parte de los pedidos se concentra en el País Vasco y en Madrid. "La gente que quiere comer bien no sólo se fija en el precio, sino en la calidad", explica Gracia, también miembro de la empresa familiar.
Queda aún un largo camino por delante para atraer al consumidor nacional. El comercio ecológico sólo representa el 2% de la producción agrícola total en España. "La mayor parte se exporta. Los mejores productos salen hacia el mercado europeo, donde está más consolidado", explican desde esta compañía.
La leche empieza a sumarse a este recorrido más corto entre el productor y el cliente. La ganadería Purisión, que produce con la marca La lechería Cántara, instaló en 2008 su primera máquina expendedora de leche fresca, en Solares (Cantabria), sumándose a una iniciativa puesta ya en marcha en Cataluña, País Vasco y Navarra. Galicia y Madrid ya cuentan con este invento, copiado de Alemania.
Leche recién ordeñada
Cada día, la ganadería abastece el tanque con 300 litros de leche fresca. Cada usuario rellena un litro en su propia botella o en una de cristal que reparte la máquina, por un euro. Al estar recién ordeñada, debe consumirse en un plazo máximo de seis o siete días, por no haber pasado por el proceso de pasteurización que la industria utiliza para la leche envasada y que alarga el tiempo para su consumo.
Frutas, verduras, leche y también carne pueden consumirse de este nuevo modo. La ganadería Gavisa en Ávila decidió sumarse a la venta ecológica y directa en el año 2004, tras dos años de reconversión. "Es un mercado con muchas oscilaciones y los intermediarios son muy fuertes. Hay que tener contactos para poder salirse", explican desde la compañía. Un surtido de seis kilos de peso, compuesto por solomillo, entrecot, filetes, carne picada, morcillo, redondo o rabillo y ragut cuesta 96 euros.
Recomendaciones
Para una alimentación de calidad y más próxima:La Recolecta envía desde Extremadura productos frescos, asegurando un salario equilibrado a sus agricultores. www.larecolecta.com.Gavisa vende carne de vacuno ecológica desde su ganadería de Ávila. www.gavisa.net.Naranjas de la Ribera del Júcar remite productos de temporada directos desde Valencia, en 24 horas. Del árbol a casa. www.naranjasriberadeljucar.com.Lonxanet envía pescado fresco desde la cofradía de Lira (Galicia). www.lonxanet.com.Río Pradillo vende yogur, pan y queso de agricultura biodinámica desde Cercedilla (Madrid). www.riopradillo.comPazo de Vilane no vende huevos, "cuida gallinas" en Galicia. www. pazodevilane.com.
Pescado en Galicia y en el puchero en Madrid
Devolver al mar sus beneficios y dignificar la profesión del pescador. Con esta filosofía nació en 2001 Lonxanet, la primera empresa de pescado en España que apuesta por una pesca sostenible.La cofradía de pescadores de la bahía de Lira decidió moverse en una nueva dirección cuando comprendió, tras el accidente del Prestige y miles de toneladas de chapapote sobre sus costas, que el único modo de que su oficio sobreviviera era limitar las capturas de pesca.Lonxanet está formada con una economía de capital social, en la que el 50% de los beneficios vuelve al sector marino a través de la Fundación Lonxanet. Las cofradías decidieron, con ayuda de WWF España, crear una reserva marina en la que no se faena durante parte del año.De este modo las especies se regeneran, y la pesca y los beneficios, también. La merluza, el rape, el mejillón y la almeja encabezan la demanda, cuya venta se realiza a través de internet o por teléfono. Los pedidos llegan al punto de recogida en 24 horas, directos desde la lonja en Galicia.El éxito de Lonxanet le ha valido disponer de tienda propia en el mercado de San Miguel de Madrid. Quizá una de las cofradías que más han notado la llegada de la Fundación Lonxanet es la de percebeiros. Este puñado de hombres arriesgan literalmente la vida en busca de percebes, cada vez más escasos por la explosión de la demanda y las capturas furtivas.A través de esta nueva empresa tienen un salario fijo y ya no dependen de la voluntad del mar. El sector de la restauración empieza a concienciarse de la importancia de salvaguardar los recursos pesqueros. En noviembre de 2009, la cadena Relais & Chateaux, el grupo de hoteles y restaurantes de lujo con más prestigio, decidió borrar de las cartas de sus establecimientos las especies amenazadas. "Se trata de conservar nuestra mayor despensa, el mar", según ha explicado Olivier Roellinger, vicepresidente del grupo de 475 hoteles en 57 países. Arzak y Berasategui trabajan con ellos.
Datos
2% de la producción agrícola total en España se lleva a cabo con métodos ecológicos.5 veces se multiplica como media el precio desde el productor al consumidor.