"Aún no se han valorado bien los activos"
El experto advierte de que la intervención pública no es suficiente para dejar atrás la crisis financiera.
Hijo de un vendedor de zapatos, Takenaka llegó a ser tres veces ministro en los Gobiernos de Junichiro Koizumi, entre 2001 y 2006, donde fue encargado de recortar la morosidad bancaria y de privatizar los servicios postales. El ahora profesor de la Universidad de Keio acaba de pronunciar una conferencia en la Fundación Ramón Areces sobre las lecciones de la crisis japonesa.
Japón sufrió más de una década perdida derivada de la burbuja inmobiliaria de los 80. ¿En qué se parece aquella situación a la crisis financiera global de la actualidad?
La principal similitud es que en ambos casos se ha producido una pérdida de confianza generalizada, con un impacto muy grave sobre la economía real. Ahora bien: Japón sufrió una crisis bancaria, motivada por el estallido de una burbuja bursátil e inmobiliaria que causó una morosidad superior al 8% y puso en jaque a algunos de los principales bancos.
La actual tormenta financiera es una crisis general del mercado monetario que no afecta sólo a los bancos comerciales, sino también a la banca de inversión o las aseguradoras, que han sido contagiadas con los instrumentos complejos derivados de las hipotecas subprime.
Suena a que la solución va a ser ahora más difícil, y a Japón le llevó doce años...
Yo diría que una crisis bancaria afecta directamente a la economía de mercado pero es relativamente controlable por parte del Gobierno y del Banco Central, aunque la experiencia japonesa no fuera positiva. En cambio, una crisis monetaria global no afecta con la misma rapidez a la actividad real, pero técnicamente es más difícil controlarla porque influyen instrumentos financieros complejos en manos muy diversas.
¿Considera que las medidas adoptadas en esta ocasión son suficientes para superar la crisis?
Las inyecciones de fondos públicos en la economía son imprescindibles, pero no suficientes para resolver el problema. Se necesita un fuerte activismo político y hacer una valoración estricta de los activos financieros de los bancos que aún no se ha realizado bien. Sólo de ese modo se recuperará la confianza, cuya pérdida proviene de la incertidumbre.
Entonces, ¿los déficits originados por los estímulos fiscales han sido un mal necesario?
En situaciones de extrema dificultad como la actual no queda más remedio que intervenir en la economía, sea con impulsos monetarios, fiscales o inyecciones de capital para los bancos. Pero cuidado: el activismo gubernamental, con ser esencial, puede ir demasiado lejos. La expresión más clara de ese riesgo es la emergencia de movimientos proteccionistas, que se pueden observar ya en bastantes países.
Los mercados atacan a España, que tiene una deuda de poco más del 50% del PIB. ¿Es sostenible la de Japón, que se acerca al 200%?
Sin duda es un problema grave, aunque ya a principios de la década afrontamos una situación fiscal difícil y llegamos a acercarnos al equilibrio, un objetivo que se truncó con la crisis actual. La experiencia demuestra que, si hay un programa creíble, se puede avanzar en la estabilidad, pero para eso hace falta liderazgo político. El problema de Japón es que en 20 años ha tenido 16 primeros ministros, y me temo que pronto tendremos uno más.
Las claves de la década perdida japonesa
En su origen, la crisis que asoló a la entonces segunda potencia económica del planeta partió de uno de los supuestos más habituales de los ciclos bajos: una burbuja inmobiliaria y bursátil. Durante los años 80, el PIB japonés llegó a crecer por encima del 4,5% anual, mientras que los precios del suelo crecieron por encima del 25% en un ejercicio y el índice Nikkei llegó a revalorizarse un 48% en un sólo año. La historia posterior es conocida: la burbuja estalló llevando el valor de la bolsa por debajo de la cuarta parte del máximo de 1989. Durante los años 90, los sucesivos gobiernos lucharon contra el estancamiento de la actividad y la deflación con inyecciones fiscales que llegaron a suponer un 20% del PIB.Sin embargo, persistieron el excesivo endeudamiento empresarial y una morosidad que no se abordó hasta que empezaron a quebrar grandes bancos, en 1997. "Entonces se produjo una crisis de confianza en el sistema financiero, como la desatada en el ámbito global con la bancarrota de Lehman Brothers", sostiene Takenaka. La llamada Dieta Financiera decidió un año después inyectar el equivalente al 1,5% del PIB en el capital de los bancos, pero la crisis de confianza no remitió "porque todavía no se conocía el valor de los activos de las entidades a las que se ayudaba".El Gobierno Koizumi adoptó desde 2001 dos tipos de reformas: "la primera, recortar la morosidad desde el 8% hasta el actual 2%. La segunda fue reducir el tamaño del sector público, para hacer frente a las tensiones demográficas", recuerda el ex ministro. La medida estrella en ese segundo punto fue la privatización de los servicios postales, de la que se encargó el propio Takenaka. Japón salió de su pesadilla en 2003, para volver a caer al compás de la crisis global.