El acuerdo de Copenhague se encoge un poco más
La ONU renuncia a que los países presenten un plan de reducción de emisiones que amarre el pacto
El raquítico acuerdo de Copenhague, una declaración de intenciones que sólo ocupa tres páginas de letras, sin cifras de reducción de emisiones, ha encogido un poco más, si cabe. La maratoniana cumbre a la que en diciembre de 2009 asistieron 192 países con la consigna de urgencia y grandes expectativas para avanzar hacia un nuevo modelo energético y económico, menos contaminante, se saldó con un texto decepcionante.
El único compromiso vinculante fue la aprobación de un paquete de 10.000 millones de dólares hasta 2012 para ayudar a los países en desarrollo a adaptarse a los efectos del cambio climático y a desarrollar tecnología para el nuevo modelo. Esa ayuda financiera se completará más adelante con un segundo paquete de 100.000 millones de dólares hasta 2020.
En Copenhague se plasmó una división total entre los países pobres, emergentes y ricos sobre la necesidad de fijar objetivos vinculantes de reducción de gases de efecto invernadero. De hecho, el acuerdo final se tejió a puerta cerrada entre una veintena de países. Al final, Sudáfrica, China, Brasil e India impusieron la visión de los países emergentes, es decir, que la responsabilidad del cambio climático ha sido el desarrollo de los países ricos y que en consecuencia estos deben dar el primer paso. Los países emergentes se salen de la obligación legal del Protocolo de Kioto de fijar objetivos vinculantes de reducción de emisiones. Y esa realidad es la que impusieron en Copenhague.
Al llegar al plenario para decidir la suerte del acuerdo, algunos países, entre ellos Venezuela, se negaron a suscribir un texto tan impreciso y sin ambición, precocinado por un pequeño reducto de países. El colapso llegó a tal punto que, antes de que alguno de los países tuviera la tentación de impugnar la cita, la ONU dijo "tomar nota" de las aportaciones de los países descontentos, emplazando a todos los Estados a poner sobre la mesa sus objetivos de reducción de emisiones antes del 31 de enero. Esa información impulsaría el debate y, pese al atropello de la cita, empujaría el proceso de cara a la cumbre de México en 2010.
Sin embargo, el secretario de la ONU para el cambio climático y anfitrión de las cumbres climáticas, el sufrido holandés Yvo de Boer, ya no espera esa información en el plazo previsto. En su primera comparecencia ante los medios tras el chasco de Copenhague, este mes en Bonn (Alemania), De Boer espetó: "No confío en que todo el mundo respete la fecha límite, los países no están obligados a adherirse, sino a indicar si quieren asociarse al acuerdo de Copenhague".
Hasta el momento, poco más de una veintena de países han comunicado a De Boer sus objetivos de reducción de emisiones, de 192 Estados. Se espera que Sudáfrica, Brasil, India y China lo hagan esta semana, después de una reunión que los ministros de Medio Ambiente de estos cuatro países mantuvieron la semana pasada en Nueva Delhi para fijar una posición común respecto al resultado de Copenhague.
De Boer ha reconocido que la cumbre de diciembre sólo ha servido para abrir "un periodo de reflexión", expuesto a prolongarse tanto como la Ronda de Doha, tal y como ya apuntan algunos analistas. Si las decisiones se salen del paraguas de la ONU, el marco legal podría diluirse, estableciendo sólo unas normas de comportamiento comunes, y que cada Estado avanzara en función de su voluntad política.
El proceso se parecería mucho al que sigue Doha, estancado en las negociaciones para crear unas reglas de comercio que favorezcan a los países del Norte y del Sur. Ahora, el reto consiste en "evitar crear una nueva criatura, pese a la frustración de que las reglas permitan el bloqueo de unos pocos", explica una fuente cercana a las negociaciones.
El gran reto ahora es recuperar la confianza rota en Copenhague, lo más difícil. Estados Unidos y China plasmaron las reticencias entre todos. No fue sólo una cuestión entre países ricos y pobres. El G-77, formado por países pobres más China, también se deshizo entre diferencias internas, lo que lastró la negociación global.
La Unión Europea intentará recuperar la confianza perdida. El semestre de presidencia española tiene esta tarea por delante. Demasiado pronto, dicen los expertos, para sacar conclusiones precipitadas sobre la falta de liderazgo de la UE en la lucha contra cambio climático.
Copenhague destiló la imagen de una UE desorientada y debilitada, que sólo pudo aceptar el acuerdo tácito alcanzado por los emergentes y Estados Unidos. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, se dijo "decepcionado" del bajo perfil de la cita.
Sin embargo, "si hemos llegado hasta aquí ha sido gracias a la UE", explica un conocedor de la evolución de la lucha contra el cambio climático.
Los Veintisiete son la zona geográfica con la apuesta más ambiciosa de reducción de gases de efecto invernadero. El Viejo Continente comunicará a la ONU en los próximos días sus objetivos de reducción de emisiones, que en principio mantendrá en el 20% en 2020, una cifra que subiría al 30% si el resto de países le siguen en su esfuerzo.
Tras Copenhague, el primer paso deberá ser poner en marcha el paquete de 30.000 millones de dólares hasta 2012, "lo más rápidamente posible", explica la secretaria de Estado de Cambio Climático, Teresa Ribera. Después habrá que definir la arquitectura financiera necesaria para armar el fondo de 100.000 millones hasta el año 2020.
Las cifras
10.000 millones de dólares liberarán los países industrializados hasta 2012, que se destinarán a los países en desarrollo.375 millones de euros aportará España al primer fondo, que se prevé este activado en los próximos meses.100.000 millones de dólares irán destinados a los países pobres hasta 2020, aunque aún no se ha concretado la forma.20% de emisiones de gases de efecto invernadero reducirá la Unión Europea en 2020, con posibilidad de subir al 30%.17% de emisiones se ha propuesto reducir EE UU bajo la batuta de Obama, pendiente del apoyo del Senado.192 países deben ponerse de acuerdo en alcanzar objetivos comunes para acompañar el cambio de modelo económico.