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Columna
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El fantasma de Glass-Steagall

El espíritu de Glass-Steagall inquieta a Wall Street. El nuevo ataque del presidente Obama a las operaciones por cuenta propia de los grandes bancos no parece de su agrado. Wall Street está cosechando las tormentas que ha sembrado. El pago de mega bonus con una economía debilitada y desempleo elevado ha avivado el sentimiento antibanquero. Como Obama ha podido comprobar, el sentimiento antiestablishment financiero ha ayudado a los republicanos a ganar el escaño por Massachusetts, clave en el Senado.

El nuevo ataque viene pisando los talones al plan para gravar los pasivos al por mayor de los bancos, para recaudar 90.000 millones dólares en una década. Los detalles del nuevo ataque no están todavía claros, pero parece que hay tres frentes.

Primero, hay una vuelta al espíritu de la Glass-Steagall, la ley de los tiempos de la Depresión que dividió la banca de inversión y la comercial. Obama parece buscar un cortafuegos más fuerte entre la banca minorista y las operaciones de trading, algo más fuerte que las normas vigentes, que prohíben que los bancos sencillamente utilicen los depósitos de sus clientes para financiar el trading. Restricciones más severas harían mucho más difícil para Wall Street obtener beneficios de los negocios del banco.

Segundo, Obama quiere limitar el tamaño de los bancos. Presumiblemente, tiene la intención de ir más allá de los planes que se debaten en todo el mundo, que exige bancos demasiado grandes para quebrar al tener más capital y activos líquidos.

Finalmente, el presidente parece moverse en un único objetivo: la estructura oligopolística del sector. La insuficiente competencia en la banca y los cárteles no causaron la crisis, pero la crisis ha provocado un enorme aumento en la concentración con JP Morgan, Bank of America y Wells Fargo, cada vez más grandes.

Los ahorradores puede que alguna vez hayan esperado que les agradecieran su esfuerzo. Pero el mal humor en la calle hace que sea más conveniente golpear a los poderosos.

Hugo Dixon

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