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Philip Keefer. Economista Investigador del Banco Mundial

"El problema de África no lo arregla el dinero"

El experto en desarrollo cree que la crisis ha impactado poco a los países al margen de la economía global, aunque los problemas de éstos permanecen.

Doctor en Economía de la Universidad de Washington, Keefer ha dedicado su carrera al estudio de la interacción entre instituciones, economía política y desarrollo. Sus investigaciones incluyen el impacto económico de unos derechos de propiedad inseguros, el efecto de la credibilidad política sobre las decisiones de los Gobiernos, o las fuentes de dicha credibilidad. Ha pronunciado una conferencia al respecto en la Fundación Ramón Areces.

¿Cómo ha impactado la recesión global a los países en desarrollo?

Cuanto más involucrado está un país en el mundo financiero y comercial, más le ha afectado la crisis. Eso significa que los países al margen de la economía globalizada se han quedado fuera. No es el caso, en cambio, de los que tienen una importante exportación de materias primas, que han sufrido la caída de su precio. Pero el impacto más fuerte ha sido en los desarrollados y en algunos emergentes como México o Brasil. En cambio, para China e India el bache ha pasado rápido.

¿Ha afectado la crisis a la consecución de los Objetivos del Milenio marcados por la ONU para reducir la pobreza en el mundo?

Es un tema diferente. Los países más pequeños y pobres ya tenían serias dificultades para cumplir los objetivos de 2010 antes de que empezase la crisis. En un panorama global, seguiremos viendo un fuerte descenso del nivel de pobreza, gracias a los avances logrados por China e India. No es el caso de África. Allí se están logrando avances en ámbitos muy específicos, como la difusión de redes antimosquitos para frenar la malaria; en cambio, la atracción de inversión extranjera y la creación de empleo van mucho más lentas.

¿A qué se debe?

Principalmente, a la persistencia de problemas institucionales. En Benin, un pequeño país en el que he trabajado varios meses, han existido 150 partidos políticos desde 1981. Surgen y desaparecen sin parar, de manera que los ciudadanos no tienen referencias, no pueden coordinar sus respuestas para cambiar las cosas. Se impone un sistema basado en las personalidades y el clientelismo, en el que es difícil garantizar un mínimo de seguridad jurídica para las inversiones.

¿Es ésa la principal causa del retraso de África?

Una de las fundamentales. Los países africanos tienen otras desventajas, como el hecho de que la mayoría de los vecinos del continente sufren igualmente un fuerte retraso económico. Nadie puede tirar del desarrollo de los demás. Un problema adicional es que, aunque algunas familias tienen demasiados hijos como para subsistir, lo cierto es que la densidad de población del continente sigue siendo muy baja.

¿De qué modo puede contribuir Occidente a cambiar las cosas?

Algunos de los problemas se mitigan con dinero, que es muy necesario, pero el dinero por sí solo no va a solucionar los problemas de África. Se requieren cambios institucionales para eliminar los obstáculos que sufre la actuación colectiva: falta información sobre lo que hace el Gobierno o cómo afecta eso al bienestar de las personas. Los países donantes y el Banco Mundial pueden aportar algo de información, y la figura del auditor general resulta útil, aunque no es difícil socavar su independencia.

¿No se pueden copiar los modelos occidentales?

La experiencia ayuda, pero cada caso es muy especial. El objetivo es que los ciudadanos tengan capacidad de incidir sobre el poder, de retirar del Gobierno a quienes lo hacen mal. Pero para ello necesitan información y no está claro cómo llegar a unos niveles suficientes. Los países donantes apoyan el cambio institucional, pero quizá sea necesaria una mirada más amplia, que no observe las instituciones como compartimentos estancos.

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