El 'sudoku' del carbono
Las conversaciones de Copenhague sobre calentamiento global se suponía que unirían a las naciones del mundo. Después de todo, los países pueden discrepar sobre la situación de fronteras, sobre finanzas y sobre economía, pero seguro que todas ellas quieren evitar el Apocalipsis. Aun así, a sólo una semana para que acabe la Cumbre, la reunión ambientalista de dos semanas de la ONU se ha convertido en una nueva fuente de inestabilidad global.
Algunos ejemplos. China es ahora el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo. Quiere que EE UU y otros países paguen el coste de su transformación verde. Y, con todo, el papel de China como portavoz de los desamparados está en entredicho. Tuvalu, una pequeña isla-nación que será literalmente borrada del mapa si sube el nivel del mar, quiere que todos los países se comprometan legalmente. Dicha propuesta ya ha sido rechazada por China, India y otros grandes países pobres.
La postura de China no es coherente. Por una parte, no pagará por los gases que genera al producir productos baratos para los consumidores occidentales.
Pero tampoco está preparada para que los compradores paguen. Si éstos cumpliesen el objetivo del recorte de emisiones de entre el 14% y el 18% mediante el cobro de tasas a las importaciones en función de las emisiones que ha supuesto su fabricación, las exportaciones chinas caerían en un 21%, según un análisis del Banco Mundial.
El entendimiento es, pues, necesario. Para todos.
Por John Foley.