Obama negocia el futuro con un gigante reforzado
La fotografía que acompaña a este texto recuerda a algunas imágenes históricas del deshielo entre China y Estados Unidos, iniciado hace algo más de tres décadas por Richard Nixon y, sobre todo, Deng Xiao Ping. En términos estrictos, el mobiliario de la estancia es de lo poco que queda en común entre ambas situaciones. Si en los años 70 China empezaba a abrir la ventana al mundo para sentar los cimientos del capitalismo dirigido, hoy es la todavía hiperpotencia planetaria la que llama a su puerta para tratar de pactar el futuro económico global. Estados Unidos, epicentro de la mayor crisis económica mundial en seis décadas, mantiene su liderazgo, pero su presidente, Barack Obama, sabe bien que China se convertirá en pocos años en la segunda potencia económica global. EE UU ha aceptado de facto la pujanza de los países emergentes al sustituir el G-8 por el G-20 como centro de operaciones en la gestión de la crisis.
El encuentro que se celebra hasta hoy entre Obama y su homólogo chino, Hu Jintao, supone un paso más en la redefinición de relaciones bilaterales, marcada por el nuevo equilibrio de fuerzas. Ambos países, que parten de concepciones socioeconómicas radicalmente distintas, apostaron por inyectar estímulos fiscales de montantes nunca conocidos para escapar de una crisis cuyas consecuencias, hace sólo un año, eran imprevisibles. Los cientos de miles de millones de dólares gastados por el sector público, aunque añadan leña a la hoguera de los desequilibrios, parecen haber dado frutos: el crecimiento de China se acerca a marchas forzadas a su espectacular velocidad de crucero (en el tercer trimestre ya logró un 8,9%), y Estados Unidos, que ha tardado en salir de la recesión, marcó un 3,5% trimestral en términos anualizados, demostrando su admirada competitividad incluso cuando sufre de una tasa de paro del 10%, desconocida desde la Gran Depresión.
Con todo, no cabe duda de que la última crisis ha debilitado al gigante americano y fortalecido al asiático. Y no sólo en el plano material, sino en el de la credibilidad. Resulta llamativo observar que la cuna del capitalismo y el librecambio ha protagonizado dos de los episodios de proteccionismo más sonados de la actual crisis. En el primero, el Gobierno de EE UU condicionó algunas de las ayudas públicas a la industria a que las empresas adquirieran acero del país. En el más reciente, directamente se impusieron nuevas tarifas para frenar la entrada de neumáticos chinos.
Washington y Pekín buscan acercar posiciones en sus disputas comerciales
Una conclusión del último encuentro del G-20 fue la necesidad de limitar los desequilibrios financieros globales. Es decir, procurar que el mundo no se divida tan radicalmente entre países ahorradores y gastadores. China y Estados Unidos, respectivamente, ocupan el primer puesto en sendas clasificaciones, y lo hacen básicamente por operaciones bilaterales. Obama defendió ayer las relaciones comerciales mutuas, aunque se sumó a la reclamación de un mayor equilibrio, lo que "llevará a unos niveles mayores de prosperidad y empleo a ambos lados del Pacífico".
En esa misma línea, las autoridades de Washington reclaman desde hace años a Pekín que permita una mayor holgura en la cotización del yuan, pero el Gobierno dirigido por Hu Jintao no está por la labor de castigar más las exportaciones chinas en un momento en que el consumo de sus principales mercados sufre un histórico desplome. China, secundada por Rusia, lanzó hace pocos meses la idea de crear una cesta de monedas para denominar las reservas internacionales y limitar los vaivenes derivados de la cotización de las divisas, pero los gobiernos occidentales apenas la tomaron en consideración.
Derechos humanos
Antes de su encuentro bilateral en China, los dos mandatarios estuvieron presentes en la cumbre de los países de la ASEAN, en Singapur. Allí echaron un jarro de agua fría sobre las expectativas medioambientales, al excluir un acuerdo con objetivos tasados de reducción de emisiones en la próxima cumbre de Copenhague. La agenda bilateral incluye otros temas cruciales, como los derechos humanos (que Obama ya defendió ayer ante un grupo de estudiantes chinos) o la amenaza nuclear de Irán y Corea del Norte, pero parece que, en el ámbito estrictamente económico, las dos potencias del siglo XXI están condenadas a entenderse.