Entre lo público y lo privado
Durante la crisis nuestra recomendación fundamental era la de invertir en fondos de deuda pública. El mercado descontaba que el cielo iba a caer sobre nuestras cabezas y, se creyera o no en esa posibilidad, había que sacar partido de la situación. Posteriormente, cuando los mercados empezaron a darse cuenta de que el cielo seguía ahí, apostamos por sustituir lo público por lo privado y recomendamos fondos de renta fija corporativa. Si no era el fin del mundo, entonces los enormes diferenciales de rentabilidad entre la deuda pública y la privada eran sencillamente ridículos. Hasta ahí ha sido relativamente sencillo. Es ahora cuando viene lo difícil, porque ¿hasta dónde puede llegar la reducción de los diferenciales? O dicho de otra manera ¿Cuándo hay que "salir" de la renta fija privada?
Los diferenciales han caído espectacularmente, pero se mantienen en zonas que corresponden a periodos de recesión, y el mundo -con la notable excepción de nuestro país, que ha hecho del ladrillo su modus vivendi- está volviendo a la senda del crecimiento. Pero hay otro argumento a favor de la renta fija privada: la creciente desconfianza que generan los enormes déficit estatales y, sobre todo, lo poco que parece preocuparles su reducción. Es más, hay otro argumento a medio plazo contra la inversión en fondos de deuda pública: no es lógico que tengamos los déficit más altos de la historia y, en paralelo, los tipos más bajos. Es un desequilibrio que se mantiene gracias a las compras de deuda que realizan los bancos centrales para inyectar dinero en el sistema y por el bajo nivel de inflación de las economías avanzadas. Si desaparecen las compras de bonos y/o aumenta la inflación habrá un motivo adicional para preferir lo privado a lo público.
Víctor Alvargonzález. Director general de Profim