El después del estímulo
El yen se acerca a su mayor marca en 13 años frente al dólar, mientras la economía japonesa atraviesa un periodo de recesión y deflación. El país ejemplifica las consecuencias de unos estímulos que no funcionan.
La fortaleza del yen no parece lógica aunque tiene fácil explicación. Los bajísimos tipos en EE UU han atraído a los traders hacia el dólar, y la crisis ha llevado al ahorrador japonés a traer el dinero a casa.
Sin embargo, un yen fuerte supone una economía más debilitada. Las exportaciones cayeron un 36% en agosto respecto al año previo. Y un yen tan alto presiona a la baja los precios de las importaciones.
El nuevo Gobierno del Partido Democrático de Japón no ha afrontado el problema con inteligencia. Hirohisa Fujii, el ministro de Finanzas, dijo el lunes que la apreciación del yen frente al dólar "no era anormal". Pareció una promesa de que el Gobierno no intervendría en el mercado de divisas, lo que dio lugar a un alza en la demanda de yenes. Sería mejor mantener a los traders en la incertidumbre.
La reciente debilidad del dólar se ha atribuido a la posibilidad de que la deuda pública de EE UU alcance el 100% del PIB. El Partido Liberal Democrático de Japón llevó la deuda japonesa hasta el 200% del PIB gastándose el dinero en diferentes planes de estímulo fiscal. Sin embargo, la carestía de este estímulo apenas ha ayudado al crecimiento y quizás haya retrasado la necesaria reestructuración de los bancos y grandes empresas de Japón.
Seguramente, el yen será un problema sólo en el corto plazo. Su fortaleza menguará rápido si el crecimiento estadounidense resucita, provocando una subida de la inflación y de los tipos. El problema a largo plazo para Japón será cómo contrarrestar un estancamiento y una deflación persistentes. Aún no ha dado con la solución.
Los políticos y bancos centrales occidentales deberían estudiar con detenimiento la experiencia japonesa. Quizás deberían poner una etiqueta de advertencia en los paquetes de estímulo: funcionamiento no garantizado.
Ian Campbell