El más difícil todavía espera a Angela Merkel
El electorado alemán vivió el domingo su particular versión de Regreso al futuro (o más bien al pasado) y colocó el escenario político de su país y de la UE en 2005. La candidata conservadora, Angela Merkel, perdió entonces la oportunidad de aplicar su catálogo de recetas neoconservadoras para inocular en su país la modernidad económica anglosajona. Y la mayor potencia de la UE y de la zona euro quedó en manos de un gobierno de coalición que, en gran medida, se limitó a explotar la agenda de reformas económicas iniciada por el ex canciller Gerhard Schröder.
Aquella amarga victoria, que forzó a Merkel a compartir el poder durante la pasada legislatura con sus rivales socialistas del SPD, se ha convertido ahora en una triste reválida. Merkel la ha pasado sin brillantez (su partido CDU ha obtenido el segundo peor resultado desde 1949 y su aliado la CSU bávara, el peor). Y aunque ha conseguido su objetivo de cambiar de aliados, la convivencia con los liberales del FPD quizá le haga añorar al derrotado Frank-Walter Steinmeier, su vicecanciller socialista durante los dos últimos años.
El posible desajuste entre los nuevos aliados se debe a que la situación económica de Alemania, de la UE y del resto del planeta no es la misma que en 2005. Y a que desde entonces, el discurso público de Angela Merkel ha pasado de la doctrina liberal a la defensa cerrada de la economía social de mercado y al ataque despiadado a los supuestos excesos del capitalismo financiero como responsables últimos (y casi únicos) de la actual crisis económica.
Pero las urnas han desbordado a Merkel por su derecha. Y han premiado a los liberales con el mejor resultado de su historia. La canciller seguirá ejerciendo de fiel, pero la balanza se ha inclinado claramente a favor del recorte de impuestos, la desregulación y la modernización económica. Y Merkel no tendrá que lidiar con una formación bisagra, como probablemente esperaba, sino con un crecido partido que aspira a codearse con los grandes.
La primera batalla económica entre los dos aliados, con grandes repercusiones para todo el continente, será el nombramiento del futuro ministro de Economía. Durante la campaña, se mencionaba a Karl Theodor zu Gutenberg (CDU/CSU) como probable candidato. Pero los liberales no ocultan su deseo de hacerse con la cartera. A la persona elegida le esperan unos datos pavorosos, a pesar del inesperado crecimiento del 0,3% registrado en el segundo trimestre de este año. La caída del PIB a final de año podría situarse en el 5,1%, la mayor entre las grandes potencias de la Unión Europea. Y en 2010 el número de desempleados podría dispararse hasta los cuatro millones.
Tanto la CDU como el FDP han prometido durante la campaña atajar la crisis con un recorte de impuestos. Pero las cifras de déficit (5,9% previsto para 2010) limitan en gran medida el margen de maniobra de la coalición negra y amarilla (los colores que identifican a los dos partidos). El nuevo Gobierno también deberá decidir sobre la continuidad o no de los planes de estímulo previstos para 2009 y 2010. Los ministros de Economía y Finanzas de la UE se reúnen el próximo jueves y viernes para negociar una retirada coordinada de esos planes, como propone Bruselas. Pero al encuentro no acudirá el nuevo titular alemán de Finanzas, por lo que continuará la incógnita sobre la respuesta de Berlín a esa propuesta.
Otro conflicto con Bruselas, el de Opel, probablemente no pueda esperar siquiera al cambio de gabinete. La presión arrecia sobre Berlín para que revise los términos de la venta a Magna del fabricante de automóviles. A largo plazo, el nuevo Gobierno también afronta la necesidad de reorientar la economía para acabar con el monocultivo de las exportaciones. Con la actual crisis, los economistas alemanes parecen haberse percatado del riesgo de depender en exceso de la demanda exterior. En Bruselas se espera que Berlín adopte medidas para estimular el consumo interno, lo que beneficiaría de paso a las exportaciones del resto de países de la zona euro, entre ellos España.
El giro liberal del electorado alemán también puede complicar la ya difícil relación de Angela Merkel con el presidente francés, Nicolas Sarkozy. Con la crisis, los dos líderes parecían haber encontrado un terreno común en la defensa del llamado capitalismo renano o empresarial. Pero la alianza con los liberales, añorada en 2005, quizá paralice de nuevo el eje franco-alemán en 2009.