La UE aprende a hablar con una sola voz en el G-20
El hecho de que se celebre esta reunión ya es importante en sí mismo". Habla un veterano diplomático comunitario. Y lo hace sólo unas horas antes de que ayer arrancase en Bruselas una cena informal de presidentes de Gobierno, con presencia de José Luis Rodríguez Zapatero, para pactar la posición que la Unión Europea (UE) defenderá en la próxima cumbre del G-20 en Pittsburgh (24 y 25 de septiembre).
El encuentro afianza la tradición iniciada bajo presidencia francesa de la UE (segundo semestre de 2008) de acudir a las citas internacionales con diferentes voces, pero con un mensaje común.
La práctica ayudará al club comunitario a aceptar una tendencia que, según muchos analistas, resultará inevitable a corto plazo: una reorganización de los organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial, que reducirá el dominio europeo para dejar hueco a los países emergentes como China o Brasil. Europa acepta y apoya esa reforma, aunque en el caso del FMI se niega a que el número de miembros del Directorio Ejecutivo se reduzca de 24 a 20.
París quiere sancionar a los bancos que no limiten la remuneracióna los ejecutivos
El ejercicio de coordinación, sin embargo, tiene sus limitaciones. Y expone la presunta "posición común europea" a la amenaza de las trifulcas internas que en un club tan heterogéneo como la UE parecen difíciles de evitar.
Ayer mismo, varias disputas planeaban sobre las negociaciones de Los 27 para cerrar un frente común de cara a la reforma del sistema financiero mundial o la limitación de las primas a los ejecutivos bancarios.
El enfrentamiento más agrio era el de Alemania con Bélgica y España por la venta de Opel a Magna. Pero también pesaba el disgusto de Polonia ante la decisión de Washington de cancelar su plan de construir un escudo antimisiles. Y, cómo no, el regateo para lograr una cartera de peso en la próxima Comisión tras la reelección anteayer de José Manuel Barroso como presidente.
A pesar de ese ruido entre bastidores, Los 27 negociaron durante la cena un texto que, de confirmarse, permitirá a la UE llegar a Pittsburgh con la misma ambición que mostró el año pasado cuando convocó la primera reunión del G-20 financiero.
El documento que debatieron anoche los líderes europeos reclama a los países del G-20 la adopción de normas de obligado cumplimiento para acotar los sistemas de remuneración en el sector bancario.
Entre las propuestas figura desde un límite porcentual a los incentivos, en relación con los ingresos o beneficios de la entidad, hasta la prohibición de ejecutar las stock options durante un período determinado. París, que lidera a los partidarios de disciplinar a los banqueros, defiende un sistema de sanciones a nivel nacional para castigar a los bancos que no acaten la normativa.
Fuentes de la delegación española mostraron su apoyo a la iniciativa, en particular, para aquellos bancos que han recibido ayudas públicas.
España también defendió durante el encuentro la necesidad de mantener el estímulo fiscal y monetario hasta confirmar la recuperación económica.
Los 27 recordarán en Pittsburgh que la UE tiene previsto destinar el 5% su Producto Interior Bruto a planes de recuperación y que ha aportado los 75.000 millones de euros para aumentar la capacidad de financiación del FMI anunciados en el G-20 de Londres (abril de este año).
Los europeos se muestran dispuestos a ampliar esa cantidad (hasta 125.000 millones) y a asumir una parte de los 250.000 millones de euros en derechos especiales de giro que emitirá el FMI según el acuerdo de Londres.
El consenso europeo no está tan maduro respecto a la aportación económica para ayudar a los países emergentes a cumplir los objetivos de reducción de emisiones de CO2 que podrían pactarse en diciembre en la cumbre mundial sobre cambio climático en Copenhague. Bruselas calcula que la UE debería aportar hasta 15.000 millones anuales. El debate sobre esa cifra no se cerrará hasta el próximo mes, como muy pronto.
De momento, Los 27 se conforman con llegar al G-20 con una posición que unos calificarán de ambiciosa y otros de pragmática. Dependerá del punto de cocción que se alcance entre los deseos del presidente francés, Nicolas Sarkozy, de dar un escarmiento al sector bancario, y la posición más comprensiva del primer ministro británico, Gordon Brown. Pero será un precedente para cuando a la UE le llegue el momento de llevar un sólo a mensaje a los foros internacionales... y defenderlo con una sola voz.