España y el modelo de Alemania
La Comisión Europea predice que España quedará rezagada en el proceso de recuperación. Alemania y Francia ya han vuelto al crecimiento, mientras que el PIB español no estará en positivo hasta la primavera próxima. En ello coinciden tanto el Gobierno español como el comisario de Asuntos Económicos de la UE, Joaquín Almunia. Sin embargo, este último matizó el lunes que la crisis, con ser más prolongada en España, será menos profunda. Una afirmación que sorprende. Aunque es cierto que la actividad española caerá menos que la media de la UE, la destrucción de empleo no tiene parangón con ninguna otra economía comunitaria. No en vano, España es responsable de las dos terceras partes del desempleo de la zona euro desde enero de 2008. Semejante evolución se explica por el perfil de una estructura económica que para crear empleo precisa unos porcentajes de crecimiento muy superiores a los de otros países.
CincoDías analiza hoy las diferencias entre los modelos de España y Alemania para explicar por qué el gigante europeo ha salido antes de la recesión y, sobre todo, por qué apenas ha destruido empleo a pesar de la fuerte caída de su PIB. Muchas son las diferencias entre ambas economías. La primera, que la estructura productiva alemana es mucho más estable que la española, donde la construcción ha llegado a ocupar al 13% del empleo, incluso más que la primera industria nacional, el turismo. Alemania, por contra, dispone de un sector industrial muy poderoso, que aporta una cuarta parte del valor añadido bruto -casi diez puntos más que en España-, lo que explica su potencia exportadora. Eso le asegura menor dependencia del consumo interno al contar con mercados diversificados. Pero no es la única ventaja. La productividad de los trabajadores alemanes está a años luz de la de los españoles: incluso con salarios más elevados, Alemania ha rebajado sus costes laborales, y ganado competitividad internacional. La escasa temporalidad y una inflación controlada contribuyen, sin duda, a ganar esta productividad.
El Gobierno español debería fijarse en modelos así para atajar los desequilibrios endémicos de nuestra economía. La prevista Ley de Economía Sostenible tiene que marcarse como objetivo que las empresas ganen en competitividad, sin importar en qué sector actúen. No se trata de satanizar unas actividades y sacralizar otras, sino de apoyarlas a todas. Con este fin, es urgente generar un entorno mucho más atractivo para la actividad empresarial. Eso exige cambios urgentes en muchos ámbitos de la economía, pero también de la educación, la justicia o la Administración del Estado. Cabe desear que la norma estrella del Gobierno contra la crisis tenga coherencia en sus propuestas, y su articulado no se limite a encadenar un agregado de propuestas deslavazadas.