Inmorales y cobardes
En España se conceden más de cinco millones de bajas anuales de las que, según algunos expertos, más de un millón son dudosas. Para dimensionar estas cifras le recuerdo que según la encuesta de población activa en España hay 15,7 millones de asalariados y 4,1 millones de personas paradas.
Doy por supuesto que la mayoría de los hombres y mujeres que trabajan son buenos profesionales. Aun así, es preocupante el número de trabajadores inmorales y de directivos cobardes que conviven con ellos. Seguramente usted conozca a unos cuantos de los primeros. Son esos empleados que consiguen cobrar sin trabajar. Son los listos listísimos de la empresa que lo mismo fingen una baja por depresión, un dolor indemostrable en las cervicales, ataques de ansiedad, insomnio por estrés, etcétera. Estos listos listísimos piensan que los demás, la mayoría, los que trabajan ocho o diez horas diarias, son unos pardillos que no han visto la jugada. Están convencidos de que a ellos los parieron con un don especial para sobrevivir en cualquier circunstancia.
No tienen remordimientos por deteriorar el sistema de protección de los trabajadores y vivir del cuento, porque para eso inventó el ser humano las excusas. Afortunadamente la legislación ha cambiado y la situación de baja laboral no es ya un refugio que impida que un trabajador sea despedido si hay razones para ello.
En cualquier caso el problema no es legal, sino de ética personal. Otra cosa es que nos planteemos la necesidad de buscar la forma de que esta gente no viva del cuento hasta que no tengamos una ética de trabajo más asentada.
Aunque con la legislación actual se puede conseguir el despido de estos farsantes, la dificultad del proceso es tal que hacen falta grandes dosis de decisión, valor y energía para conseguirlo.
Lamentablemente hay mucho jefe cobarde. Directivos sistematizados que ante esta realidad primero consienten, miran para otro lado, reprochan en silencio sin hacer nada cuando pueden y luego son incapaces de resolver cuando el problema se complica. Directivos que confían en cambiar a tiempo de puesto y desentenderse así del problema. Mientras, sus equipos conscientes del abuso de este tipo de personas les resienten por permitir la situación.
Esta cobardía directiva permite el juego de los abusadores. La tarea fundamental de un líder es conformar el mejor equipo posible y crear las condiciones para que el equipo pueda alcanzar sus objetivos. No permitir el juego de los empleados inmorales es una parte ineludible de su trabajo. Resolver el problema sin perjudicar a quien realmente necesita la baja es una obligación moral.
Gonzalo Martínez de Miguel. Director general de Infova