Los caminos que llevan a Roma
Giulio Tremonti, el ministro de Economía italiano, va a por un grand finale. Ha declarado una tercera -y dice que última- amnistía para atraer fondos guardados en paraísos fiscales. Su valor se estima en un tercio del PIB de Italia. Con un escueto 5% de tipo impositivo, el plan no aportará mucho al equilibrio presupuestario -pero quizás ayude a salir adelante a algunos empresarios ahogados-.
Tanto el Gobierno como los estudios independientes estiman que los italianos mantienen alrededor de 600.000 millones de euros en cuentas en el extranjero. Tremonti consiguió que los evasores declararan un total de alrededor de 80.000 millones de euros en 2001 y 2003. Pero gravando un 2,5%, el Tesoro recaudó sólo 2.100 millones.
Las arcas del Gobierno podrían llenarse un poco más esta vez. El tipo impositivo se ha doblado y se espera que la presión internacional para acabar con los paraísos fiscales consiga dar un impulso extra para que los fondos crucen los Alpes. Pero en el supuesto de que un 30% de los fondos escondidos regresaran a casa, sólo se conseguirían 9.000 millones en impuestos extra. Eso supondría un recorte insignificante para los 75.000 millones de euros que se esperan que alcance el déficit.
Para el Tesoro, todo cuenta. Pero la gran recompensa es otra. La caída de las exportaciones ha golpeado duro a muchas pequeñas empresas, que representan el 80% del valor de la industria italiana. Roma teme que tras el cierre de verano las puertas de la fábrica no vuelvan a abrirse.
Italia no ha esperado al consenso europeo sobre paraísos fiscales por una buena razón. La repatriación de los fondos podría dar a los empresarios y a los políticos -y a los gestores de patrimonio- si no una segunda oportunidad, un aplazamiento de la sentencia.
Por Rachel Sanderson