Río Tinto y BHP, acuerdo a prueba
Puede que Río Tinto y BHP hayan vislumbrado el final de la amenaza china. Ahora necesitan vigilar a Australia.
La joint venture de la semana pasada entre las dos mineras reforzará su poder negociador respecto a China, su mayor cliente. Pero los accionistas no deberían celebrarlo de manera demasiado entusiasta. Puede que las autoridades australianas engullan una buena porción de ganancias monopolísticas a través de royalties más altos.
El sufrimiento de los chinos está claro. No sólo hay que tener en cuenta el bofetón que les supuso el plantón de Río a Chinalco, con quien había recortado previamente un acuerdo de 19.000 millones de dólares para reforzar sus finanzas. Es tanto más importante que el equilibrio de poder económico se ha escorado hacia Pekín.
Las autoridades chinas estaban descontentas con las grandes ganancias cosechadas por las mineras durante los años del boom. Vieron una oportunidad cuando la imprudente adquisición financiada a través de deuda de Alcan hizo vulnerable a Río, primero a una aproximación de fusión de BHP y luego a un golpe al crédito. Los objetivos precisos de Pekín eran algo confusos, pero la dirección general muy clara: darle al consumidor una voz más fuerte en los precios de las commodities y en la producción.
Los chinos están ahora comprensiblemente furiosos con el cambio de opinión en el último minuto de Río. La joint venture y la minera brasileña Vale controlarán sobre el 70% del mercado del hierro. En un duopolio tal, no se requiere la colusión ilegal para ganar una posición dominante sobre un disperso grupo de clientes. El secretario general de la Asociación China del Hierro y el Acero ha criticado el acuerdo por sus implicaciones monopolísticas. Pero es difícil de ver qué puede hacer Pekín además de jadear -o contraatacar con una oferta mejor-.
Por otra parte, las mineras tienen una amenaza en otra región. El premier de Australia Occidental, que hospeda al gigante complejo metalúrgico Pilbara, ha renovado su llamamiento a royalties más altos, apuntando que su Gobierno necesita aprobar el acuerdo. Esto encaja en la nueva tendencia de los Gobiernos de los países ricos en recursos para mantener una mayor parte de lo que se excava o perfora en sus suelos. Eso sí, una vez que los Gobiernos obtienen su parte del pastel, no queda demasiado para los accionistas.
Edward Hadas