_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Recuerdos de Weimar

Puede que Alemania sólo obtenga dolor y no beneficios de su austera política fiscal. La canciller alemana, Angela Merkel, ha remado recientemente en contra de las generosas políticas de otros países, mientras que Berlín ha usado menos estímulos e incurrido en déficits menores. Esto significa que su recesión fue más profunda que la de la mayoría. Tal rectitud fiscal aportaría normalmente una recuperación más sana y equilibrada. Sin embargo, la canciller hace bien en temer que el relajamiento cuantitativo del banco central pueda causar una rápida inflación, privando a Alemania de las recompensas propias de la austeridad.

El PIB alemán cayó a un 14,4% en el primer trimestre, y el panel de economistas del Economist estima que caerá en un 5,2% en 2009. La caída del PIB del primer trimestre de Alemania fue peor que la de EE UU (6,1%), la de Gran Bretaña (7,4%) y la de Francia (4,7%), todos ellos con políticas fiscales de estímulo. No obstante, dado que el déficit presupuestario alemán se espera que sea sólo del 4,4%, debería tener poco efecto desplazamiento sobre la inversión privada, así que hay razones para creer que su recuperación debería ser sana.

En lo tocante a la política monetaria, Alemania ha cedido control al Banco Central Europeo. Merkel parece tener pocas discrepancias con el BCE acerca de los tipos de interés. Su 1% a corto aún produce una tasa real positiva si se compara con la inflación estimada para Alemania en 2009 (0,2%). Pero Merkel teme que al comprar activos garantizados por el Estado, el BCE puede estar flirteando con una posible y peligrosa inflación futura. La experiencia de la República de Weimar, en la que el 50% del gasto público entre 1919 y 1923 se sostuvo con emisión de moneda, resultando en una depreciación millonaria del marco, no perdura ya en la memoria colectiva, pero sí en la de los economistas.

El BCE ha sido más conservador en el relajamiento cuantitativo que el Banco de Inglaterra o la Reserva Federal de EE UU. El balance del Banco de Fráncfort ha aumentado en tan solo 376.000 millones de euros en el último año, comparado con el aumento en 1,2 billones de dólares de la Fed. Merkel pidió al resto de bancos centrales que invirtieran la tendencia y "volviesen a las políticas monetarias independientes y sensatas". Desde el punto de vista de Berlín, la canciller tenía buenas razones para ello: el país puede verse afectado por un aumento global de la inflación a pesar de haber sido cauteloso en sus políticas.

Por Martin Huntchinson

Archivado En

_
_