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Columna
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Prefacio a una nueva GM

Qué llevó a General Motors a la bancarrota? Su tentación de acusar a la crisis financiera, que torpedeó la economía estadounidense, hirió seriamente las ventas de coches y echó a las automovilísticas de los mercados de capitales. Eso precipitó la desaparición de la mayor montadora de EE UU. Pero no fue la causa final.

La insolvencia, de hecho, ha estado acechando a GM durante años, tal y como indica la hemeroteca de Breakingviews.com. En abril de 2005, por ejemplo, mientras los mercados se preocupaban de si las agencias de rating les rebajaban la deuda en uno o dos puntos, las pesadas obligaciones de financiación de GM en materia de seguros médicos y pensiones parecían haber provocado un agujero multimillonario en su hoja de balance.

Eso no significa que los ejecutivos de GM no hicieran nada al respecto. En los últimos cuatro años han reducido a la mitad la mano de obra de las tiendas en EE UU, han recortado de manera drástica el personal de cuello blanco, han renegociado los contratos y los costes de los seguros médicos con los sindicatos y vendido negocios como Allison Transmission y GMAC, su rama financiera, para conseguir liquidez.

Nada de eso fue suficiente. GM estaba perdiendo cuota de mercado a un ritmo mayor del que podía reducir sus operaciones, incluso antes de la caída en picado generalizada que provocó el crash del sistema financiero. Y otras medidas tampoco fueron de rápida implementación, como el recorte del dividendo. Algunas incluso fueron consideradas un tabú por Rick Wagoner, el entonces timonel de la compañía, como el deshacerse de alguna de las ocho marcas de GM, cuyos productos solían competir entre sí por la atención de los consumidores.

Incluso durante este pasado año, época de ayudas públicas, los gestores de la firma actuaron torpemente. Tuvieron que revisar dos veces sus optimistas previsiones sobre su plan de reestructuración y contemplaron con parsimonia como Ford, que no había recibido ayudas, cerró tratos con más presteza con sindicatos y acreedores.

Con un poco de suerte, y con el generoso apoyo de 60.000 millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses y canadienses, el proceso de bancarrota de GM que está conduciendo la Administración Obama permitirá a la compañía emerger en posición de competir otra vez de manera rentable.

Antony Currie y Rob Cox

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