Inflación o deflación, esa es la cuestión
Uno de los consensos que, poco a poco, está cuajando en relación a esta crisis y a las medidas que se están tomando para solucionarla, es que tarde o temprano la inflación volverá con fuerza.
El tema no es baladí ya que tanto las decisiones de inversión, como, sobre todo, las políticas económicas y monetarias que hay que llevar a cabo para salir de la crisis, pueden estar muy condicionadas por la creencia de que nos vayamos, o no, a meter en una espiral inflacionista.
La teoría de la inflación se sustenta, en primer lugar, en las políticas poco ortodoxas que están implementando los bancos centrales, expandiendo cualitativamente y/o cuantitativamente sus balances, o dicho en castellano de Valladolid, dándole al botón de imprimir billetes. Y, en segundo lugar, en los fuertes planes de estímulo, mediante aumento del gasto público, que están ejecutando los gobiernos y el elevado déficit en el que están incurriendo para financiarlos.
Los argumentos, no cabe duda, son sugerentes, pero no acaban de comprender la naturaleza de esta crisis. Estamos inmersos en un proceso de deflación por sobreendeudamiento, cuya dinámica se retroalimenta y es muy autodestructiva. Lo que tiene sentido a nivel individual, ahorrar y disminuir las deudas, es devastador a nivel agregado. Al haberse frenado de golpe el consumo, se ha creado un exceso de capacidad en todas las industrias, lo que lleva a no invertir, reducir costes y despedir empleados, lo que a su vez reduce aún más el consumo.
Este proceso de forma natural a lo que lleva es a una caída generalizada de los precios, es decir, deflación. Con las empresas dimensionadas para producir mucho más, compitiendo por una demanda extremadamente debilitada y el nivel de paro donde lo tenemos, ¿quién es el valiente que sube los precios? Imposible. Y el problema de la deflación, que a priori no suena tan mal y parece hasta sana, es que supone una caída de los ingresos en empresas y familias pero no de sus deudas, lo que en un mundo sobreapalancado recrudece aún más el círculo vicioso en el que estamos inmersos.
Joaquín Casasús. Socio director de Abante Asesores