Medidas contra la crisis (I)
El hundimiento del sector de la construcción ha originado una fuerte recesión en la economía española. Se estima que la actividad caerá este año un 3%, y para 2010 será también negativo (-1% PIB). La tasa de paro ha sobrepasado ya los 4 millones de personas y se aproximará a los 5 millones en este año. La sustitución de la aportación de la construcción del PIB sólo es posible con la exportación de bienes y servicios de otros sectores, lo que requiere que su producción sea competitiva con la de otros países, lo que no es posible a causa de nuestra baja productividad.
Por otra parte, nuestro nivel salarial no permite exportar bienes y servicios de poco valor añadido en competencia con los países emergentes, por lo que hemos de cambiar nuestra estructura productiva a bienes de alto valor añadido con reformas estructurales, sin olvidar mantener el déficit público dentro de ciertos límites, que no hagan imposible el retorno a medio plazo a la estabilidad presupuestaria (por debajo del 3% del PIB).
España tendrá que adoptar un modelo de desarrollo competitivo con los países de la Unión Europea, con Estados Unidos y con Japón. Pero el cambio de modelo productivo no se hace por decreto, sino por la mejora en la gestión de los factores, que incrementen la productividad, que pondrá de manifiesto la eficiencia en el uso de los factores de producción, tanto de capital humano como de capital tecnológico y de capital físico, así como por una mejora en la regulación de los mercados.
Las reformas estructurales deben tener por objetivo aumentar la productividad de: capital humano, capital físico, I+D+i, mercado de trabajo y de la energía, liberalización de los mercados de bienes y servicios, Administración pública, sistema de pensiones públicas y sistema audiovisual. Estas reformas estructurales tendrán éxito si se informa a la sociedad de la situación real en que nos encontramos y de las acciones que son necesarias adoptar.
El capital humano es un factor clave para el crecimiento de la productividad. Existe necesidad de gestionar mejor este factor de producción. Los dos informes efectuados por la OCDE: el PISA y Desde la universidad al trabajo, muestran la grave situación que España tiene en todas las etapas educativas. En tanto no transformemos todo nuestro sistema educativo, un mayor gasto público en educación no servirá para nada, la ineficiencia será cada vez mayor. La educación es el resultado de un proceso productivo en el que se combinan factor trabajo (profesores), factor capital (escuelas, institutos, universidades, etcétera), consumos intermedios y el último es la organización de la producción.
A mi juicio, el principal factor causante de la ineficiencia se encuentra en la mala organización del sistema educativo, en la falta de responsabilidad de los agentes del sistema (centros, profesores, alumnos y familia), en la no organización de un sistema público de educación donde exista un mercado regulado competitivo de la educación entre centros públicos y privados, con libertad de elección de centro y donde el dinero público siga al estudiante (cheque escolar). La calidad se convertirá así en el instrumento de cada centro para conseguir estudiantes.
La educación universitaria no es un bien público puro, sino que es un bien preferente que genera externalidades positivas, no se garantiza la equidad, ya que los fondos públicos provienen de impuestos que son pagados por todos los españoles, ricos y pobres, en cambio los alumnos universitarios provienen proporcionalmente en mayor número de familias de renta media, media alta y muy alta, generando efectos distributivos perversos.
La reforma de la financiación universitaria deberá basarse en que todo el mundo pague el coste de su educación, excepto el 20% por las externalidades positivas que generan, estableciendo una amplia cobertura de becas, que pueden llegar hasta el coste total para los estudiantes de familia de renta baja.
Los nuevos manuales de la OCDE distinguen dos conceptos de capital: el capital riqueza y el capital productivo. En el primero incluye las infraestructuras y en el segundo las tecnologías de la información y el conocimiento (TIC), resultando que la elasticidad de estas últimas tiene un mayor impacto sobre el crecimiento del PIB (0,038), en tanto que la de las infraestructuras es sólo del 0,02. (Continuará el sábado 16 de mayo).
José Barea. Catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid