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Columna
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La herencia de un gran equipo económico

Hacer un balance sobre el equipo económico que ha presidido Pedro Solbes es pretencioso, máxime si tenemos en cuenta la trayectoria pública de un funcionario ejemplar y de una persona excepcional.

Con estas premisas, intentaré analizar cuáles han sido las luces y sombras de un mandato que se trunca, en aras de dar un impulso político al área, en unos momentos muy complejos. En cualquier caso, como decía Ortega, Solbes ha tenido que lidiar consigo mismo y con las circunstancias, en este caso la brusca transición de una época de elevado crecimiento y superávit público a otra de recesión severa, generada por efecto contagio del sistema financiero internacional. Por ello, no se puede achacar la problemática actual a su influjo, salvo que la mezquindad alcance cotas que estamos acostumbrados a ver desde la calle Génova y desde ciertos púlpitos mediáticos.

La historia de este periodo, 2004-2009, arranca cerca del pico de la actual fase alcista, habiéndose logrado desde 2004 a 2007 una clara aceleración del ritmo de crecimiento, contrariamente a los que hablaban de inercia. Esto generó una gran creación de empleo, llegándose a 20 millones de ocupados, elevada formación de hogares y recuperación de rentas del trabajo y del capital sin precedentes. Consecuencia de este nivel de actividad, pero también de shocks exógenos, la inflación ha fluctuado notablemente, pasando de tasas del 2% al comienzo de la legislatura anterior, a intervalos con tasas en el entorno del 5%, para terminar el mandato con insólitos números negativos. El saneamiento de las cuentas públicas, llegando a superávits públicos por encima del 2% del PIB, permitió al Reino de España alcanzar la máxima calificación crediticia y eliminar la prima de riesgo con la deuda pública alemana. La cuadratura del círculo se ha logrado con la intensa reducción de la deuda pública, por debajo del 40% del PIB, conjugando todo esto con una política social generosa y equitativa. En el haber del equipo económico, al margen de un historial macroeconómico solvente, está el cambio de normativa de estabilidad presupuestaria eliminando el sinsentido del déficit cero en todo momento del ciclo.

La intensa actividad legislativa en materia financiera, siguiendo la doctrina europea, han acercado la normativa española en materia de conglomerados financieros, opas y blanqueo y otras al entorno europeo. También en seguros se han solventado muchos conflictos, se ha avanzado en derechos para el consumidor y se han fortalecido las empresas aseguradoras mediante legislación homogénea. El esfuerzo inversor en materia de financiación internacional y un gran avance en legislación financiera sobre alquiler profesional han sido otros logros históricos, amén de solventar un problema endémico: la transparencia informativa.

En el campo de las sombras, habría que destacar una, la insuficiente afinidad conceptual entre las áreas de Economía y Hacienda. El precepto hacendístico ha prevalecido muchas veces sobre las necesidades de política económica, lo que sin duda ha frenado algunas iniciativas de muchos departamentos, no siempre con razón. Las razones presupuestarias, sin esconder la brillantez de la ejecución en estos años, han oscurecido las necesidades de algunas medidas importantes en materia de industria, vivienda, fomento y especialmente trabajo y asuntos sociales, muchas que ahora se tienen que poner en marcha de forma apresurada, como puede ser el caso de los REIT o el plan Vive en el automóvil.

Otro elemento a tener en cuenta ha sido el cierto cuestionamiento en algunas áreas departamentales del propio programa electoral salido de las urnas, algo que se supo cortar a tiempo, pero que no impidió algunas desavenencias que fueron públicas, especialmente en leyes sociales, como igualdad o dependencia.

Llegados a este punto, quedan algunos retos por delante. Por un lado, y en el frente político, cerrar un buen acuerdo de financiación territorial en sentido amplio, algo que está prácticamente conseguido. En el campo económico, hay que impulsar un cambio drástico en las bonificaciones fiscales, reduciéndolas y primando exclusivamente la actividad económica. Es un buen momento para replantearse un cambio en la fiscalidad sobre vivienda, en un cierto trade off entre cotizaciones sociales e IVA, como garante de ganancias en competitividad, es esencial avanzar en un nuevo modelo de arquitectura financiera pública y en sentar las bases de un giro intenso en lo que debe ser una política integral en materia de fomento empresarial de verdad. Todo esto rehaciendo la consolidación fiscal una vez recuperada la senda de crecimiento, mediante un gran pacto entre todas las Administraciones públicas.

Alejandro Inurrieta. Delegado Federal Secretaría de economía y empleo CEF-PSOE

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