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Columna
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Un mercado laboral suficientemente flexible

Según datos publicados por el Servicio Público de Empleo Estatal, en el mes de febrero, el paro se sitúa en 3.481.859 desempleados, con un crecimiento porcentual sobre el mes anterior del 4,6% (154.000 personas) y del 50,4% (1.166.000 personas) en los últimos 12 meses.

Si analizamos los datos del conjunto del sistema de la Seguridad Social, en el mes de febrero los ocupados descienden en 69.132 (-0,40%) y más de un millón en los últimos 12 meses (-7,2%).

En el último mes, los sectores más castigados han sido, en términos de afiliados ocupados, comercio, por la finalización de la campaña de rebajas (31.520), industria manufacturera (20.850) y actividades administrativas y servicios sociales (15.215). Mientras los mayores aumentos se registran en educación (11.261), Administración pública (4.995), hostelería (1.899), información y comunicaciones (2.886), y actividades artísticas (1.353).

En términos interanuales, el sector de la construcción, junto a actividades inmobiliarias, continúa aglutinando el 55% del total del descenso. Ello, sin contar aquellas actividades auxiliares que trabajan para el sector de la construcción. Sin embargo, todavía existen sectores que continúan creando empleo. Es el caso de actividades sanitarias y servicios sociales (90.886), Administración pública (20.149) y educación (17.514), lo que demuestra que derechos sociales bien orientados generan empleo.

Ante este escenario de deterioro de la economía y su impacto negativo en el mercado laboral, diversos segmentos de la sociedad reclaman, como solución al problema del desempleo, abaratar el coste de despido. Entienden que las empresas, por temor a costes elevados de despido, rehusan contratar a trabajadores. Por ello, la pregunta es: ¿abaratar el despido favorece la creación de empleos?

La teoría económica predice que los efectos de la protección al empleo son beneficiosos para el paro, sobre todo en periodos de crisis. Además, estudios empíricos (OCDE y Banco Mundial) llegan a la conclusión de que no existe una correlación entre tasas de paro y fuerte protección al empleo. Se constata que una débil protección al empleo no es una condición necesaria para hacer frente al paro. En este sentido, EE UU, a pesar de tener una protección al empleo tres o cinco veces inferior al conjunto de la UE, cuenta con una tasa de paro idéntica a la europea. Ello, a pesar de las manifestaciones del Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal norteamericana, en julio 2002, indicando que la protección excesiva contra el empleo en Europa explicaba su elevado nivel de paro, y desmotiva futuras colaciones.

En el debate sobre la reducción de costes de despido en España conviene aclarar que el mercado laboral es suficientemente flexible, y consideramos que no existen grandes dificultades para despedir, como consecuencia de la utilización de los contratos temporales que no tienen indemnización por despido. Según datos de la EPA, en 2008 se perdieron 568.000 puestos de trabajo ocupados por asalariados. Pero hay que indicar que se perdieron empleos entre los asalariados con contratos temporales (-568.000), mientras aumentó en los asalariados con contratos fijos (95.000).

La solución al problema del paro no pasa por reducir el coste de despido. El problema de España es que el crecimiento económico se ha centrado en sectores poco productivos. Somos uno de los países de la UE con más empleo en ocupaciones que no requieren cualificación (9,9% de la población ocupada). Se hace necesario un cambio de modelo productivo que incorpore más tecnología y más valor añadido a la producción de bienes y servicios, no una mayor flexibilidad laboral, según manifestaba recientemente Robert Solow.

La crisis no tiene nada que ver con el actual modelo del mercado laboral. El debate de la reforma laboral no puede centrarse únicamente en la reducción del coste del despido, es necesario continuar estudiando otras propuestas en el marco del diálogo social.

Si queremos aspirar a tener un mercado laboral suficientemente cualificado deberíamos cambiar nuestro modelo productivo. En caso contrario, se corre el riesgo de que los puestos de trabajo que se ofrezcan, por su falta de adecuación a la cualificación de los trabajadores, nunca serán adecuados para ser ocupados por los jóvenes trabajadores con niveles de cualificación profesional cada vez más elevados y mayores expectativas profesionales. Debemos procurar que los puestos que se creen sean distintos, de mayor calidad y estabilidad, a los que se destruyen. Al final el mercado laboral es el fiel reflejo del sistema productivo.

Vicente Castelló Roselló. Profesor de la Universidad Jaume I

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