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Columna
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Las malas formas de Roche

En Roche creen que una generosa dosis de cash hará más fácil para los pequeños accionistas de Genentech aceptar el ser absorbidos por su accionista mayoritario. El grupo farmacéutico suizo anunció su intención de eludir a los directores de la filial estadounidense Genentech, de la que ya poseía el 56% de las acciones, e ir directamente a por el resto de inversores con una oferta de 42.000 millones de dólares. Es un recorte del 3% de la oferta original presentada en julio, y que fue rechazada un mes después.

Los directores independientes de Genentech estaban aún en negociaciones con Roche, pero según estos últimos los progresos eran muy lentos. En este contexto, la oferta hostil huele a impaciencia y sugiere que Roche puede necesitar a Genentech más de lo que éstos necesitan a los suizos. Es una táctica que podría resultar costosa. Acabar con el clima amistoso de las negociaciones tiene el potencial de espantar a los investigadores en oncología de Genentech, que gozan de independencia gracias a la actual estructura del accionariado.

Cuando Roche desveló su oferta hostil, los 89 dólares por título fueron considerados demasiado poco. Muchos analistas abogaban por algo más de 100 dólares. Desde entonces, los mercados se han movido a la baja, dejando a muchos inversores hambrientos de cash. Pero los stocks farmacéuticos son los que menos han sufrido de todos los sectores, y no ha habido noticias significativas que sugiriesen la caída de valor de Genentech.

Si los pequeños accionistas de Genentech rechazan la oferta rebajada de Roche, un acuerdo entre ambas compañías estipula que el precio se determinará por la valoración media que hagan dos bancos de inversión. Genentech ha ignorado a lo largo de los años la obsesión de la industria por el marketing y las adquisiciones, y en vez de ello se concentró firmemente en el desarrollo de medicamentos contra el cáncer. Sus accionistas harían bien en adoptar ese mismo carácter paciente en su trato con Roche. Por Jeffrey Goldfarb

Ronda de primas

Los políticos estadounidenses están empezando a presionar a Wall Street por el reparto de primas entre ejecutivos. El presidente Barack Obama dice que los bancos que han pagado primas tras haber recibido fondos de rescate del Gobierno están actuando de manera 'vergonzosa' e 'irresponsable'. El senador Chris Dodd quiere que Washington fuerce a algunos banqueros a devolverlas. Es cierto que muchos pagos fueron excesivos, pero los políticos deberían ser cautos cuando tratan asuntos de pagos -sus palabras podrían volverse contra ellos-.Los bancos ya están dando los primeros pasos para ligar la compensación económica al rendimiento laboral. Algunos, como Morgan Stanley y UBS, están pagando las primas sujetas al reembolso de varios tipos. Y las primas en general cayeron el año pasado alrededor del 50%. Eso supone 18.000 millones de dólares en Estados Unidos para las instituciones que han sufrido colectivamente cientos de miles de dólares en pérdidas y absorbido cantidades récord de fondos públicos. Eso hace que parezca que la bancarrota está garantizada.Pero a no ser que el Gobierno nacionalice la banca -un escenario nada imposible-, los accionistas deberían pedir rendimientos adecuados y reformas compensatorias a cambio de poner más capital.Uno de los problemas de las normas de pago reguladas por el Gobierno propuestas por Dodd es que, probablemente, cada jurisdicción las impondrá de la manera que quiera. Eso supondría grandes ventajas para las firmas que operen en Estados menos intervencionistas a la hora de reclutar nuevos talentos, algo muy importante para atraer negocios jugosos. Puede que los inversores prefieran apostar por los bancos que priman a sus ejecutivos en vez de por los que no lo hacen, aunque compartan más intereses con los accionistas. Esto podría bloquear la habilidad de los bancos que se instalaron en la parsimonia para beneficiarse y por tanto aumenta las posibilidades de que las autoridades puedan recuperar parte o el total del dinero de los contribuyentes.Los accionistas, en cambio, pueden escoger el banco independientemente de la jurisdicción regulatoria en que se encuentren, y pueden por tanto equilibrar el terreno de juego en lo que a la reforma de los pagos se refiere. No hicieron mucho de eso durante los años de boom económico. Pero con los bancos ahora hambrientos de capital, y con los accionistas soportando pérdidas masivas y rebajando sus expectativas de recuperar su inversión, los propietarios de los bancos tienen la oportunidad y el incentivo de controlarlos. Por Dwight Cass y Antony Currie

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