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Tribuna
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Crisis demográfica y déficit de Estado en Rusia

Rusia atraviesa desde hace casi 20 años una situación de crisis demográfica que cabe calificarse de crónica. En la actualidad presenta una pérdida anual de unos 700.000 habitantes (el mayor déficit demográfico conocido en el mundo en periodo de paz) y profundiza cada año un gravísimo problema interno: el demográfico, que sólo puede explicarse en clave social y epidemiológica, si es que ésta no es el reflejo de aquélla.

El país cuenta actualmente, según el Rosstat o Federal State Statistics Service (http://www.gks.ru/wps/portal/english), con 142,2 millones de habitantes (4,8 millones menos que en 1989, año en el que se realizó el último censo de la era soviética) y si no fuera por la aportación de la inmigración extranjera (132.319 fue el saldo neto en 2006), procedente principalmente de los países de la antigua órbita soviética, la pérdida sería superior a 9 millones.

Al ritmo de las últimas dos décadas el país acelerará su ya avanzado proceso de envejecimiento y descenderá, según estimaciones oficiales del prestigioso servicio estadístico citado, hasta los 128 millones de habitantes en 2025 y hasta los 109 en 2050 o, incluso, hasta los 70 millones, en el escenario más desfavorable. Su población, muy desigualmente repartida en un territorio nacional inmenso (sus 17 millones de kilómetros cuadrados -casi 40 veces la superficie española- le convierten en el país más grande del mundo, con un territorio que alberga incalculables reservas de petróleo y gas natural, además de otros recursos naturales como madera) descendería desde los 8,3 habitantes por kilómetro cuadrado en la actualidad, hasta los 7,5 en 2025 y hasta los 6,4 o, incluso, los 4,1 habitantes por kilómetro cuadrado en 2050.

El país cuenta con un PIB per cápita de 11.620 dólares, pero este indicador es engañoso y sólo sirve para encubrir otro de mayor importancia social, cual es la cada vez más desigual distribución de la riqueza. Si bien es cierto que 10 de los 20 hombres más ricos del mundo son rusos según la prestigiosa revista Forbes, también lo es que el índice de pobreza en el país crece año a año y que, cada día, aumenta el número de rusos que sobrepasa el umbral de la pobreza, en un país atenazado por la economía sumergida que tiene, de facto, desmantelado el sistema de protección social. Son indicadores inequívocos de la plutocracia rampante que se ha instalado en el país desde la caída del régimen socialista.

Desde 1991 las muertes superan en casi un millón a los nacimientos. La tasa de fecundidad ha caído desde 2,23 hijos por mujer en 1987 a 1,32 en la actualidad -idéntico valor al de España- lejos, muy lejos, del 2,1 que aseguraría el remplazo generacional. Sin embargo el factor demográfico determinante de la crisis demográfica rusa es la elevada mortalidad, que es actualmente de 16 defunciones por 1.000 habitantes, equivalente o superior a la de la mayoría de los países africanos.

La desintegración familiar, las deficientes condiciones sanitarias, el retraso del matrimonio -y, en consecuencia, del nacimiento del primer hijo-, la alta tasa de divorcios, el generalizado recurso al aborto, la deficiente alimentación, los altos niveles de contaminación ambiental, la prevalencia de enfermedades cardiovasculares, y, sobre todo, las sociopatías (el sida ligado a la prostitución y la drogadicción, el tabaquismo, el alcoholismo, las altas tasas de suicidios, los accidentes automovilísticos...), en suma la falta de cohesión social y el estrés material y existencial en los que vive la población son las razones que explican que la tasa de mortalidad en Rusia sea, en el contexto de los países de la OCDE, una de las más altas y que su esperanza de vida sea una de las más bajas, con el agravante de presentar una diferencia por género de 14 años: la esperanza de vida de los hombres es tan sólo de 58,9 años, frente a los 72,4 de las mujeres.

A las razones epidemiológicas y ligadas a la mortalidad hay que añadir una causa demográfica estructural, relacionada con la edad y sexo de su población: la singular historia demográfica rusa explica que en la actualidad los efectivos de las generaciones en edad de procrear no sean tan elevados como los precedentes.

Frente a este problema el Estado ha puesto en marcha una decidida política de fomento a la natalidad con medidas como estimular al menos el nacimiento del segundo hijo -el subsidio mensual por el primer hijo es el equivalente a 43 euros mensuales y 86 euros por el segundo-, las ayudas directas por valor de 7.200 euros a las mujeres que tengan dos hijos, el cheque para sufragar gastos de vivienda y educación de los hijos, las pensiones a la madres, la baja por maternidad de un año y medio cobrando por lo menos el 40% del salario (el salario medio está en torno a 400 euros), los 115 euros de ayuda a las familias rusas que adopten un niño del país: a los 200.000 niños acogidos en los orfanatos de Rusia -amén de un número equivalente de niños de la calle- hay más extranjeros que nacionales dispuestos a adoptarlos.

Sin embargo estas medidas tan necesarias corren el peligro de resultar, en nuestra opinión, ineficaces, porque la crisis demográfica rusa, que después de dos décadas debe calificarse ya de estructural, tiene una profundas raíces sociales y no es sino el reflejo del déficit de Estado, de la descomposición social y de la falta de perspectivas y de confianza de la inmensa mayoría de la población en su propio futuro.

Las diferencias sociales en Rusia crecen día a día y amenazan con arrastrar al país entero a la despoblación progresiva y a un futuro en el que no sólo va a perder importancia demográfica en el mundo, sino también peso económico y poder político, aunque conserve, a corto y medio plazo, el poder estratégico que sus inmensas reservas naturales de gas y petróleo le otorgan.

Pedro Reques Velasco. Catedrático de Geografía Humana y director del Departamento de Geografía, Urbanismo y Ordenación del Territorio de la Universidad de Cantabria

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