Nuevos retos para la UE
Tras el convulso semestre de la presidencia francesa de la UE llega ahora el turno a la República Checa, toda una incógnita, según el autor, que analiza los retos que deberá afrontar. En su opinión, los próximos seis meses, que culminarán con las elecciones europeas, serán aún muy complicados
El 1 de enero, la República Checa pasó a ostentar la dirección del Consejo Europeo tras seis meses marcados por una presidencia desbordante. Este relevo no está exento de incertidumbres tanto por las dudas que se ciernen sobre el compromiso europeísta del Gobierno checo, como por los importantes retos que quedan aún pendientes después de un último semestre no apto para cardíacos.
Nicolas Sarkozy ha cerrado una presidencia convulsa: se inició tras el rechazo irlandés al Tratado de Lisboa, continuó con la guerra de Georgia y la quiebra de Lehman Brothers, y ha concluido con la economía de la Unión en recesión técnica. Sin embargo, bajo este escenario, Francia ha logrado cerrar un mandato en el que se han logrado avances importantes.
En el ámbito institucional, la UE ha pactado con Irlanda la repetición del referéndum sobre el Tratado de Lisboa, manteniendo su autonomía en la política fiscal, en la legislación de la familia y en su política exterior neutral. Asimismo, Irlanda se asegura un asiento en la Comisión gracias al compromiso comunitario para no reducir el número de comisarios.
En el área económica, el Consejo Europeo ha aprobado una pléyade de medidas para mantener con vida al sector financiero y en su última reunión logró acordar un elevado impulso fiscal valorado en el 1,5% del PIB comunitario.
Por último, resulta necesario destacar el redoblado compromiso para la reducción del 20% de la emisión de gases de efecto invernadero en 2020 (sobre la base de 1990).
Ciertamente, todas estas decisiones no han sido las óptimas y además ha quedado en el aire el acuerdo comercial en el marco de la OMC, pactado en la Cumbre de Washington del G-20. Aun así, estos pactos han supuesto soluciones factibles a graves problemas de muy corto plazo de modo que la UE ha podido tomar aliento, aun a pesar de la crisis financiera y después del bloqueo institucional en que encalló en la primera parte del año. Ahora bien, el ejercicio que comienza se presenta nuevamente clave.
Durante este primer semestre la euroescéptica República Checa ostentará la dirección del Consejo Europeo, seguida después por Suecia, país que no forma parte de la eurozona. El Ejecutivo checo ha destacado que su presidencia estará guiada por las tres es: economía, energía, relaciones exteriores. De este modo, se espera un impulso a nuevas reformas económicas que incrementen la profundidad del mercado común, una revisión de las políticas de abastecimiento energético bajo el propósito implícito de reducir la dependencia de Rusia y, asimismo, intensificar las relaciones transatlánticas.
Sin embargo, la actual presidencia es una incógnita. Por una parte, el Gobierno, asentado sobre el partido de centro-derecha ODS, está profundamente dividido entre las posiciones moderadas lideradas por Topolánek y aquéllas profundamente euroescépticas que representa el jefe del Estado Václav Klaus. En este sentido, el Gobierno mantiene un duro juego de equilibrio que ha impedido hasta el momento la aprobación en el Parlamento del Tratado de Lisboa, mientras se avanza en el debate para la instalación del escudo antimisiles patrocinado por la Administración Bush.
Además, la estabilidad parlamentaria del Ejecutivo es muy débil, con un apoyo en el Parlamento muy reducido, a lo que se ha de sumar la pérdida en octubre de su mayoría en el Senado. Ambas realidades ofrecen un Gobierno débil y dividido que deberá lidiar con una presidencia fundamental marcada por la crisis económica, la ratificación de Lisboa y las elecciones europeas en el mes de junio.
Así pues, tras superar uno de los peores semestres de los últimos años, la Unión afronta ahora un nuevo periodo en el que mantener la bandera del posibilismo. Los retos continúan encima de la mesa. En primer lugar, por urgente, implementar el mayor esfuerzo fiscal comunitario de la historia que debería, más pronto que tarde, contar con el claro compromiso político de Alemania. Además, los Estados miembros deberían cumplir con el resto de acuerdos firmados en el último Consejo Europeo y, asimismo, por ejemplo, transponer la Directiva de Servicios fiel a su espíritu.
En junio, la presidencia pasará a Suecia y, en enero de 2010, España asumirá la dirección del Consejo Europeo en un semestre que debería coincidir con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, lo que introducirá nuevos retos en la agenda.
A corto, los próximos seis meses serán aún muy complicados y asistiremos, además, a las elecciones europeas cuya campaña podría ser, al menos, la mitad de esperanzadora y renovadora que los últimos comicios norteamericanos.
Jonás Fernández Álvarez. Director del Servicio de Estudios de Solchaga Recio & Asociados