2009, año de cambios para GM
El ejercicio 2008 será, a buen seguro, recordado largamente por los principales directivos de General Motors. Y no sólo por el hecho de que fue este año cuando la icónica multinacional cumplió sus 100 primeros años de vida, sino, más bien, por ser el año en el que el dueño de las marcas Buick, Cadillac, Chevrolet, GMC, Holden, Hummer, Opel, Pontiac, Saab, Saturn, Vauxhall y Wuling casi tiene que recurrir al concurso de acreedores para poder seguir adelante. A partir de 2009, sólo decisiones drásticas salvarán la compañía.
Y es que General Motors, lleva muchos años arrastrando sus males y realmente relativamente pocos empeñado en la tarea de solucionarlos. Todo parecía indicar que su presidente Rick Wagoner estaba al fin dando pasos en la dirección adecuada. Sin embargo, en su camino se cruzó una feroz crisis crediticia que ha afectado a EE UU como a pocos.
Aunque, todo sea dicho, aquí mostró Wagoner una cierta miopía: el 16 de septiembre, el día después del colapso de Lehman Brothers, el presidente manifestó a los periodistas presentes en la fiesta de los 100 años de la empresa que no creía que el hundimiento del banco pudiese tener 'gran impacto' sobre los consumidores. El mes siguiente, las ventas se hundieron el 45%.
Desde 2005, la multinacional ha perdido 72.400 millones de dólares (51.883 millones de euros al cambio actual) y se ha encontrado con que los ingresos recurrentes creados por el negocio diario eran completamente insuficiente para financiar sus gastos operativos. El veterano directivo Jerome York, consejero del millonario Kirk Kerkorian en la época en que éste último llegó a amasar el 9,9% del capital de la corporación, aseguró a los analistas en enero de 2006 que había llegado el momento para el fabricante de entrar en 'modo de crisis y actuar en consecuencia'. En aquel entonces, York calculaba que GM quemaba efectivo a razón de 24 millones de dólares al día, lo que significaba que le quedaba caja para 1.000 días. York fue certero. El plazo concluyó en octubre.
Durante muchos años, GM se ha negado a admitir que debía reducir su cartera de marcas y de modelos, en un momento en que su cuota de mercado ya no hacía rentable tanta disparidad -York pedía sobre todo que se vendiese la marca de todoterrenos Hummer-, y tampoco ha tenido excesivo éxito a la hora de hacer que todos los mercados funcionen de forma coordinada, que se unifiquen plataformas de fabricación para lograr que no se solapen las inversiones.
Ahora, parece ya que es ineludible que GM entre en el 'modo de crisis' que pedía York. La compañía tiene hasta el 31 de marzo para demostrar a la nueva Administración estadounidense que ha hecho buen uso de los 13.400 millones de dólares (9.659 millones de euros) que el Gobierno les ha prestado a ella y a Chrysler. Si Barack Obama juzga que se han hecho avances, mantendrá la ayuda. Si no, las compañías tendrán que devolver los préstamos, algo que podría resultar fatal para sus arcas. 'Hace tres años pensaba que GM tenía el tiempo y los recursos para salvarse', aseguró hace poco York a Bloomberg. 'Ahora no estoy tan seguro'.
Actualmente, GM sí parece dispuesta no sólo a vender Hummer, sino también Pontiac y Saab. Durante años, critican analistas, los principales ejecutivos de GM desdeñaron las prácticas que introdujeron otros fabricantes y mostraron escasa cintura para adaptarse a los cambios, para retroceder ante decisiones erróneas o para aceptar críticas de directivos considerados ajenos.
Es el momento de ideas revolucionarias en la gestión (en el plano de la ingeniería nunca han escaseado) en una compañía poco acostumbrada a ello. En la anterior crisis de GM, en 1992, el presidente entrante Jack Smith se enfrentó a las pérdidas con nuevos modelos de gran tamaño, pero no se decidió por reestructurar la compañía hacia la eficiencia, buscando sinergias en las distintas plataformas, algo que sólo se ha logrado ahora. En este momento, es inevitable. Wagoner, su delfín y sucesor, ha de tomar decisiones radicales.