Bush defiende su decisión de salir al rescate del sector automovilístico
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, defendió hoy su decisión de conceder ayudas a las empresas automovilísticas de ese país, una iniciativa que deja en manos de su sucesor, Barack Obama, el destino definitivo del sector.
En su discurso radial de los sábados, Bush, que el viernes anunció unas ayudas que rondarán los 17.400 millones de dólares, aseguró que "si dejáramos que el libre mercado siguiera su curso, casi con toda seguridad eso llevaría a la quiebra caótica y la liquidación de las automotrices". "En medio de una crisis financiera y una recesión, permitir que la industria automovilística de EE UU se hundiera no hubiera sido una actitud responsable", sostuvo el presidente estadounidense.
La medida presentada por el presidente saliente, que abandonará el poder el próximo 20 de enero, supone que General Motors y Chrysler, las automotrices en peor situación, recibirán de forma inmediata 13.400 millones de dólares en prestamos, y otros 4.000 millones de dólares estarán disponibles en febrero.
La empresa automovilística Ford, el segundo fabricante de automóviles estadounidense, ha dicho que no necesita en estos momentos ayuda financiera. El dinero destinado al motor procederá del plan de rescate de la industria financiera (TARP) que el Congreso aprobó hace unos meses, por importe de 700.000 millones de dólares.
A cambio de estos fondos, las empresas automovilísticas tendrán que presentar un plan de viabilidad antes del 31 de marzo, so pena de tener que devolver esos préstamos de inmediato. Esta reestructuración, según afirmó hoy Bush, "requerirá concesiones significativas de todos los implicados en el sector: directivos, sindicalistas, acreedores, accionistas, concesionarios y proveedores".
Las automovilísticas han saludado el plan como un salvavidas en el último momento y sus directivos han prometido que presentarán el plan. Sin embargo, los trabajadores de estas empresas han advertido que la medida coloca la presión mayor sobre sus miembros.
El viernes, Bush había indicado que los trabajadores deberían acceder a medidas salariales y de condiciones de trabajo que les hagan competitivos respecto a las compañías automotrices extranjeras. Pero, además de los sindicatos, los préstamos han recibido críticas también por parte de los legisladores republicanos, los correligionarios del propio Bush.
El senador Judd Gregg declaró que el préstamo es "inconsistente" con el objetivo del TARP, creado para rescatar el sistema financiero, y puede fomentar que otros sectores con problemas económicos demanden también una parte de esos fondos. Según Gregg, el programa "sienta un precedente preocupante que el próximo Gobierno podría emplear para expandir el control sobre numerosas industrias específicas que padecen problemas en estos momentos de dificultad" económica.
Al anunciar la medida el viernes, Bush aseguró que una de las cosas que pretendía evitar era que en sus primeros días de mandato Obama tuviera que enfrentarse al hundimiento del sector automotriz estadounidense. Una vez llegue a la Casa Blanca, el futuro gobernante podrá cambiar las condiciones de los préstamos si así lo quiere. Sin embargo, con esta medida el presidente electo tendrá que decidir sobre el futuro del sector apenas setenta días después de su llegada al poder.
Ron Gettelfinger, el presidente del principal sindicato del automóvil, "United Auto Workers", ha afirmado que apelará a Obama y al Congreso, de mayoría demócrata, para que suavice las condiciones a los trabajadores.
Por el momento, el presidente electo ha expresado su apoyo a la iniciativa de Bush e igualmente ha instado a las automotrices a aprovechar esta oportunidad para "reformar su mala gestión y comenzar una reestructuración a largo plazo imprescindible". Sin embargo, Obama, que asegura que su intención es crear o mantener puestos de trabajo "durante años", sí ha insistido en que esa reestructuración no debe desarrollarse exclusivamente "a costa de los trabajadores"