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Nuevo escenario para los precios

La deflación llama a la puerta

Las autoridades creen improbable un descenso generalizado de precios, pero los expertos piden extremar precauciones para evitar una espiral bajista tras el verano.

Los profanos en economía asisten estos días a la irrupción de un nuevo fenómeno relativo a los precios, a unir a la hiperinflación dejada atrás en los años 80 y la estanflación de la primera parte de este año. El término de moda hoy es el de deflación, definida como un descenso general y prolongado en los precios. Con una actividad económica paralizada, la brusca caída de la cotización del petróleo podría llevar el próximo verano a niveles negativos de IPC.

Los expertos coinciden en que la probabilidad de que ese fenómeno se extienda con el tiempo son limitadas, aunque llaman a evitar el riesgo. Porque, si la inflación elevada es peligrosa, lo es aún más la deflación, un fenómeno que se retroalimenta y puede llevar a recesiones gigantescas. La explicación es sencilla: si creen que los precios tienden a bajar, los hogares retrasarán sus decisiones de consumo. La caída de la demanda lleva a las empresas a tener que competir en precio, que se recorta aún más. Para sostenerse, tienen que recortar empleos o salarios, limitando el poder adquisitivo de las familias e impulsando un nuevo descenso de la demanda.

Todo ello, aderezado por el hecho de que en un entorno deflacionista el recurso a la deuda sale más caro, porque el dinero a devolver en el futuro comprará más cosas que el que se toma prestado hoy. En definitiva, los incentivos a la inversión se reducen también por las expectativas de futuras caídas de precios de los productos. Una espiral de difícil salida, como demuestra el excepcional pero muy significativo caso de Japón.

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El secretario de Estado de Economía, David Vegara, sostiene que en las perspectivas para el año que viene no puede hablarse de deflación "en sentido técnico", aunque sí admite que el efecto escalón del petróleo llevará a un IPC muy bajo el próximo año, y podría acarrear para España en el próximo verano algún mes "muy puntual de desinflación". Este concepto se caracteriza por su corta duración y su origen en algún shock externo, como la brusca caída del crudo.

En su análisis sobre el conjunto de la zona euro, el Banco Central Europeo coincide a grandes rasgos con el Gobierno español: en su último editorial, el organismo presidido por Jean-Claude Trichet admite que, dependiendo de la evolución del precio del petróleo, "no puede excluirse una disminución más rápida de la inflación a mediados del año próximo", aunque el propio efecto base podría volver a incrementarla en el segundo semestre. Por tanto, concluye el BCE, "de producirse un descenso pronunciado de la inflación, tendría un carácter transitorio y, por tanto, no sería relevante desde el punto de vista de la política monetaria".

Menos claro ve el panorama Luis Garicano, director de investigación de la London School of Economics. A su juicio, "desde luego que existe un riesgo de deflación en España", agravado, según explica, por el hecho de que "si se materializa, el Gobierno no dispondrá de medios monetarios para combatirla, porque el Banco de España ha perdido la facultad de emitir dinero".

En la misma línea razona David Cano, de Analistas Financieros Internacionales: "En el próximo verano, el efecto base del petróleo va a ser espectacular. La inflación general caerá muy por debajo de la subyacente, y es probable que el IPC baje del 1%, lo que, técnicamente, ya es un escenario deflacionista". Ese nivel inferior al 1% no se suele considerar ya inflación, porque el umbral se achaca habitualmente a las innovaciones y mejoras de productos entre periodos. Cano cree que, si el efecto del crudo se combina con una demanda parada, existe un riesgo alto de caída de precios, aunque matiza: "Otra cosa es que esto vaya a ser como en Japón, con diez años de estancamiento. A priori no es preocupante, pero en estas cuestiones es mejor no probar, no se vaya a abrir una espiral y nos metamos en un agujero negro".

Pronósticos a la baja

Un informe reciente de una entidad financiera española considera también que la inflación puede ser negativa el próximo verano si el precio del crudo se mantiene en el entorno actual. Aun así, habla de desinflación, y no de deflación. Sin embargo, advierte de la necesidad de extremar la vigilancia, porque la actual coyuntura económica concita algunos factores que, en caso de que se llegase a descensos generalizados de precios, podrían impulsar una espiral deflacionista. Entre ellos, cita la existencia de la crisis financiera y las caídas en los precios de los activos, principalmente la vivienda.

Las previsiones para el conjunto del año no apuntan, en todo caso, a un escenario deflacionista. En el panel de Funcas, que agrupa a a trece servicios de estudios y centros de análisis privados, el mínimo para 2009 se sitúa en el 1,1%, pronóstico de Caixa Catalunya e Intermoney. Sin embargo, el panel de diciembre registra un recorte medio de la previsión de nueve décimas respecto al de sólo dos meses atrás. Más aún: este viernes, el servicio de Estudios de Funcas revisó de nuevo a la baja sus previsiones, para situar la media del año en sólo seis décimas. Ese pronóstico incluye dos meses con caída de precios: junio y julio.

Asumiendo como probable ese escenario, la clave de bóveda del paso de la desinflación a la mucho más preocupante deflación sería la incorporación de las caídas de precios a las expectativas de los agentes económicos. De momento, y pese a la brusca caída de la inflación en noviembre (hasta el 2,4%), los precios de los servicios siguen creciendo un 4%. Esa es la principal causa del diferencial de inflación que tradicionalmente ha sufrido España frente a sus socios de la zona euro. Ahora que la preocupación se dirige más hacia las caídas de precios, el diferencial se convierte en una paradójica ventaja. Como explica David Cano, el riesgo de la deflación en España "es menos acusado que entre sus socios europeos".

La década perdida de Japón, ejemplo a evitar

El caso más emblemático en el que se combina una depresión de la actividad con una caída generalizada de los precios es el de Japón, como explican Alicia García Herrero y César Martín Machuca en un informe del Banco de España. En la segunda mitad de los años 80, Japón creció a una espectacular tasa media del 4,9%. Al mismo tiempo, la inflación cayó desde más del 20% tras la crisis del petróleo hasta la estabilidad de precios en 1987. Ello mejoró aún más las expectativas de los agentes, y permitió a las autoridades monetarias rebajar los tipos de interés.Esa laxitud monetaria y un proceso paralelo de liberalización financiera favorecieron la creación de una burbuja, centrada en los activos financieros y en el valor del suelo. En diez años, el índice Nikkei se multiplicó por cinco y el precio del suelo, por 2,3. La burbuja se retroalimentó al crecer el crédito bancario, llevando a las empresas a asumir riesgos excesivos en función de garantías patrimoniales sobrevaloradas. En los primeros diez meses de 1990, la bolsa cayó un 50%, y el desplome del precio del suelo en el año siguiente llevaron a que el PIB sólo aumentase un 0,9% en 1992. A partir de ahí, bancarrotas, aumento de la morosidad y contracción del crédito. El crecimiento medio del PIB en los años 90 se limitó al 1,3%. En 1999, con la economía en recesión, la inflación entró en terreno negativo, donde, con breves excepciones, siguió hasta el año pasado. La actividad económica sólo volvió a un moderado crecimiento en 2004, del que ya se ha despedido.

LOS CONCEPTOS

INFLACIâN Aumento sostenido y generalizado del nivel de precios de bienes y servicios. Situación habitual en España desde el inicio de la serie de IPC por parte del INE, hace 26 años.DEFLACIâN Caída general y persistente del nivel de precios, que se instala en las expectativas de los agentes económicos, y que la retroalimentan.DESINFLACIâN Término con el que el BCE se refiere a una caída no prolongada del nivel de precios, debida a shocks externos.

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