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Tribuna
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Interrogantes en la entrada de Lukoil en Repsol

Parece que finalmente la salida de Sacyr del capital de Repsol va a ser una realidad, forzada por las repetidas compras apalancadas que dispararon su deuda y la caída de unos mercados que mermaron su capacidad de aportar garantías a los bancos.

Desde el punto de vista industrial, Repsol es interesante para Lukoil. La compra le permitiría convertirse en el mayor grupo privado por reservas de hidrocarburos, por delante de ExxonMobil y el cuarto por producción, a corta distancia de la holandesa Royal Dutch.

Conseguiría acceso al potencial exploratorio de Brasil y a áreas como el golfo de México, el Caribe y el Norte de África. En refino, doblaría su capacidad, convirtiéndose en líder del mercado ibérico.

Quizá YPF le sea menos atractiva, si bien el entorno regulatorio ha mejorado significativamente con la entrada de Eskenazi en el accionariado y la creciente necesidad de Argentina de inversiones en exploración.

Sin embargo, surgen una serie de preguntas en la operación. La primera sería la aparente disposición del Gobierno español y la Unión Europea a que una compañía rusa controle Repsol, teniendo en cuenta la tensión existente entre Rusia y Europa por la dependencia de esta última del gas ruso; así como las dificultades que compañías como BP o Royal Dutch han tenido en sus inversiones en la ex Unión Soviética.

Aunque ConocoPhillips tiene un 20% de las acciones, su mayor accionista sería su presidente Vagit Alekperov (20,4%), ex ministro ruso de Energía cercano a Putin, junto con su vicepresidente Leonid Fedum (8,3%). Sería de una enorme ingenuidad creer en su independencia del Gobierno cuando añadimos el hecho de que en torno al 90% de sus reservas se sitúan en territorio ruso.

Por otro lado, Repsol está expuesta a dos negocios regulados: el de butano y el de gas a través de Gas Natural. Si bien la CNE decidió en su día que la compra de Sacyr no incidía en las actividades reguladas y por tanto no requería su aprobación, esta vez podría decidir lo contrario. Parece difícil creer que los actuales accionistas de referencia de Repsol vayan a ceder el control de una compañía estratégica sin el beneplácito de un Gobierno que es el principal cliente de las constructoras y que decide la regulación en el sector del gas.

Pero más importante que la regulación sobre sectores energéticos y exigencias de reciprocidad es la disposición de los Gobiernos a aceptar u oponerse a la operación. A esto habría que unir las presiones para dar una solución a Sacyr, por parte de la propia constructora y del sindicato de bancos que le prestó el dinero para la compra.

La otra pregunta sería la disposición de La Caixa a desinvertir en Repsol, participación que le ha garantizado el control de Gas Natural para intentar en repetidas ocasiones la creación de un grupo energético fuerte; algo que finalmente habría conseguido con la compra de Unión Fenosa.

Un Repsol controlado por Lukoil supondría cogestionar Gas Natural con el grupo ruso, lo cual no tendría mucho sentido para La Caixa. Por tanto, si vende su participación significa que se ha acordado la forma en que el comprador del paquete de Sacyr cederá el control de la gasista española.

Y aquí es donde la operación empieza a cobrar algo de sentido, porque lo que es estratégico en Repsol es su participación en Gas Natural y su negocio de refino y comercialización en España (que gestiona parte de las reservas estratégicas españolas). No así la producción de crudo, dado que el dueño son los países donde se encuentran los campos, como Bolivia y Argelia habrían dejado bien claro. Además, el 18% y el 47% del petróleo que refina España vienen de Rusia y la OPEP respectivamente, lo que guarda poca relación con la producción de Repsol.

¿Y qué ocurre con el accionista minoritario? Lo que suele ocurrir cuando la compañía facilita la entrada del comprador, en vez de presentar una férrea defensa como fue el caso de Endesa… que no se ve beneficiado por la operación. La compra por Lukoil del 29,9% (20% de Sacyr y 9,9% de La Caixa y Caixa Catalunya) no le obligaría a lanzar una opa, al no rebasar el límite del 30% que marca la regulación. ¿Una opa a futuro? Ya veremos.

Rafael Rico. Analista de Fortis

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