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Hacia un nuevo orden financiero
Tribuna
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Ya nada será igual

En las últimas semanas hemos oído muchas veces que después de esta crisis nada volverá ser igual. Una frase que se refería al funcionamiento de los mercados y de las finanzas en el sentido más amplio posible, el de sus fundamentos y el de su escala global. Pues bien, tras Washington, la buena noticia es que para España y para los mercados financieros, también, nada será igual.

La cumbre de Washington ha reconocido el papel de España. Por primera vez en la historia estamos dónde debíamos estar por méritos propios. Estamos a tiempo, no llegamos tarde, y lo hacemos como uno de los países que por su peso democrático, político y económico va a participar en el diseño de elementos fundamentales para el orden internacional por mucho tiempo. Nuestro país no había estado nunca en una reunión de estas características, y menos aún en una ocasión como ésta convocada en un momento de especiales dificultades y retos, con una agenda y horizonte de transformaciones y reformas profundas, estructurales, con vocación de permanencia. En el último siglo España no participó en Bretton Woods (New Hampshire) en 1944, ni estuvimos en 1945 en la Conferencia de San Francisco en la que se firmó la Carta de las Naciones Unidas. Tampoco nos sumamos en 1950 al Plan Schuman del que surgió la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) ni acudimos en 1955 a la Conferencia de Messina donde se concibió la Comunidad Económica Europea, hoy Unión Europea. En las conferencias norteamericanas participaron 44 y 50 estados respectivamente, en las europeas los 6 socios fundadores de las Comunidades Europeas. Ni rastro de España.

No estuvimos porque no fuimos invitados. Porque España era un país aislado y subdesarrollado -todavía en 1983 recibimos el último crédito del Banco Mundial-, autoritario y antidemocrático, sin influencia y con poco que aportar. Desde entonces España ha cambiado mucho gracias al esfuerzo de sus ciudadanos, y a pesar de tanto retraso hemos conseguido ser un país desarrollado, próspero y responsable, con una democracia similar a la del resto de Europa y del mundo occidental. Un país respetado en el mundo, por grandes y pequeños, comprometido con el desarrollo, la cohesión económica y social y la lucha contra la pobreza a escala global. Esta realidad es un triunfo de todos, pero desde una perspectiva política no se puede obviar el componente social que desde los Gobiernos del PSOE, prácticamente 20 años de los 30 que llevamos en democracia, ha permitido consolidar y desarrollar un sistema social de mercado que, hoy en día, se está demostrando como el único posible. Otro día hablaremos de las razones de la crisis, de ideología y de la 'fe' en la autorregulación de los mercados.

Lo relevante de nuestra presencia en Washington es que ha sido por méritos propios. Cuando se creó el G-7 Canadá era la séptima economía mundial. Hoy, siendo ya los octavos tras haber superado a los canadienses, y con China en cuarta posición, era imposible no estar. España no podía quedarse fuera de una reunión de 20 estados, el G-20, convocados por su peso en la economía global siendo los octavos. El Gobierno ha exigido con acierto lo que nos correspondía por derecho, porque no parecía que nadie fuera a invitarnos espontáneamente. Desde la derecha se ha criticado esta voluntad, pero, ¿qué dirían ahora si no hubiéramos asistido como siempre había pasado hasta ahora? La presencia en el G-8 era una vieja reivindicación española que el PP no consiguió satisfacer. Entonces hubo otras fotos pero no esa, ni por esas. En esta ocasión la trascendencia histórica del contenido de lo que se iba a decidir hacía obligatoria nuestra presencia.

Algunas de las medidas adoptadas en Washington forman parte del conjunto de propuestas planteadas y presentadas por la delegación española -nuevos criterios contables que hagan más transparente el valor de los activos financieros, medidas 'contracíclicas como las del sistema financiero español para garantizar la solvencia y capital bancario, más transparencia y supervisión de las agencias de calificación de riesgos, reforma de las instituciones financieras abierta a otros objetivos y con multilateralidad, mayor coordinación e impulso de políticas fiscales a nivel global-, muchas con una clara orientación socialdemócrata.

Ahora nos corresponde seguir aportando en los grupos de trabajo en los que se discutirán, además de analizar vías para proteger y relanzar la economía real. Ese es el camino. El Gobierno español ha tomado claramente la iniciativa en las últimas semanas -tras el último Ecofin, pidiendo la convocatoria del Eurogrupo- para acometer la crisis internacional de manera coordinada, en primer lugar en Europa. Hacía tiempo que no se veía tanta compenetración a escala europea, lo cual constituye una gran satisfacción y abre la puerta de la confianza y esperanza en el papel que Europa pueda desempeñar en el futuro a escala global, y también sobre el propio proceso de integración.

Juan Moscoso del Prado Hernández. Diputado a Cortes por Navarra (PSOE) y doctor de Ciencia Económicas y Empresariales

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