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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Washington, un punto de partida

Es probable que no se llegue a la 'refundación del capitalismo', como proclama el verbo grandilocuente de Nicolas Sarkozy. Ni tampoco será el Bretton Woods 2.0 que sueñan quienes miran al pasado para construir el futuro. Pero, sin duda, la cumbre de Washington del próximo sábado debe ser el arranque de un nuevo orden económico internacional. Por el bien de Europa y de Estados Unidos, pero sobre todo por el bien del planeta. Y es una excelente noticia que la Unión Europea acuda a esa cita con la ambiciosa propuesta común pactada el viernes en Bruselas.

Transparencia, coordinación y prevención son los ejes de la postura que los 27 países de la UE, representados por el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, defenderán en Washington. Tres principios imprescindibles para preservar los importantes logros de la innovación financiera de los últimos 20 años. Pero, al mismo tiempo, para someter los nuevos instrumentos a una vigilancia suficiente para que no degeneren, como ha ocurrido con las hipotecas subprime en Estados Unidos, en un torbellino incontrolado de capital y riesgo.

La experiencia de España, en ese sentido, puede ser muy valiosa para el resto de la comunidad internacional. Como reiteró el viernes en Bruselas el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, 'España ha demostrado tener uno de los mejores sistemas de supervisión financiera del mundo'. La banca española se ha librado en buena parte del contagio de la crisis financiera mundial gracias al rigor y la prudencia de las autoridades nacionales de supervisión. El Banco de España no tuvo reparo desde hace ya años en ir contracorriente, exigir fuertes provisiones e impedir a las entidades nacionales escamotear del balance de resultados una buena parte de sus riesgos.

Por eso parece lógico el empeño de Rodríguez Zapatero en presentar de primera mano la experiencia española en la cumbre de Washington. El viernes obtuvo en Bruselas el respaldo inequívoco de Sarkozy para acudir a la cita de Estados Unidos, y ningún país europeo objetó esa presencia. Con el plácet definitivo de la Casa Blanca, España conseguirá por primera vez en 30 años de democracia asistir a un tipo de foro que, por diferentes razones, habían quedado hasta ahora fuera del alcance de la diplomacia española. La reunión del 15 de noviembre es, en este sentido, un kilómetro cero también para España como país en el concierto mundial.

Zapatero puede y debe reivindicar en la capital estadounidense la validez de un modelo bancario que no persigue sólo el incremento de beneficios, hasta el punto de colocar la economía mundial al borde del colapso. Pero ni España ni el resto de países presentes en Washington deben olvidar que la crisis financiera ya se ha extendido peligrosamente a la industria y los servicios, y también en ese ámbito resulta urgente una acción común. El espeluznante dato del paro en Estados Unidos conocido el viernes, con la tasa más alta (6,5%) en 14 años, o la profunda crisis que sufren empresas como General Motors, el líder mundial del automóvil, son un triste recordatorio de ese peligroso contagio.

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