Las claves para hablar en público
Pascale Bang-Rouhet sostiene que la comunicación ante un auditorio no es una habilidad innata. Es necesario el aprendizaje de técnicas y la adopción de un disfraz mental que deje a salvo nuestra intimidad
Hablar frente a un público en reuniones o en convenciones es un reto, una de esas situaciones que hacen que la mayoría de nosotros lo pasemos realmente mal. Todos tenemos un recuerdo de momentos desagradables provocados por el nerviosismo: el corazón se embala, sentimos opresión, las piernas tiemblan, la mente divaga, y lo peor viene cuando empezamos a hablar, porque no reconocemos esa voz que oímos floja y sin fuerza. Nos sentimos mal en ese momento y no podemos encajar que, después de tantas horas de preparación del contenido con transparencias cuidadas hasta el extremo, consigamos este arranque tan desastroso.
En primer lugar, muchas veces lo que percibimos no está siendo analizado del mismo modo por el público, que va a percibir nuestro malestar, pero no de una manera tan dramática, porque a ellos les resulta igualmente difícil hablar en público y tienen compasión.
En segundo lugar, podemos mejorar este arranque y superar este momento difícil con técnicas sencillas. Tenemos que ser conscientes de que la capacidad de comunicar frente a un público no es innata y natural. Lo que es natural es la comunicación de tú a tú.
Cuando tenemos que hablar a más de dos personas, pasamos a una comunicación pública, que requiere el aprendizaje de técnicas para subir la potencia de voz, marcar las pausas, entonar, y todo esto no es algo que sepamos hacer naturalmente. A lo largo de nuestra carrera universitaria hemos aprendido que lo más importante es lo que queremos decir y pensamos, por tanto, que la buena preparación de un contenido es suficiente. No nos preocupamos de cómo decirlo y nadie nos ha enseñado a tenerlo en cuenta.
El cómo lo digo tiene algo que ver con la historia personal, con la educación y con la niñez. La construcción de nuestra personalidad a lo largo de la infancia va a determinar nuestro grado de timidez, nuestro sentido del ridículo y, sobre todo, nuestro nivel de autoestima personal. En el momento del arranque de una presentación lo que nos jugamos no es nuestro nivel de autoestima profesional, sino el personal.
Para una persona tímida, el enfrentamiento con un público es un momento violento, porque se siente expuesta a la mirada de los demás y lo vive como un juicio. Su timidez le provoca inseguridad y le hace ver al público como un enemigo, no establece con él una relación de igualdad, casi se siente inferior. Esta inseguridad va a provocar muchos defectos en la comunicación.
En tiempo de crisis comunicar en reuniones o convenciones va a ser todavía más difícil, porque los directivos van estar sometidos a mucha presión y es fundamental evitar transmitirla a sus equipos. En estas situaciones de tensión, el cuerpo nos traiciona y emite mensajes a pesar de nosotros. Hablando de pie, nos balanceamos de una pierna a la otra, lo que transmite una falta de firmeza; sentados, cruzamos las piernas debajo de la silla y nos echamos en la mesa con los hombros encogidos y las manos cruzadas, lo que es una postura de protección. El miedo provoca una mirada tensa que puede parecer agresiva. La tensión se refleja también en las mandíbulas y en la boca, hablamos entre los dientes con una voz floja y poca vocalización. Y lo más común es la respiración emocional acelerada que provoca un ritmo de palabra tan acelerado que hablamos como una metralleta, de manera que llegamos a la conclusión mientras el público todavía intenta entender la primera frase.
Para resistir a la presión mental provocada por el nerviosismo, tenemos que aceptar que comunicar frente a un público no es natural y requiere el apoyo de técnicas. Siempre insisto en mis cursos sobre la necesidad de convertirnos, al hablar, en un personaje público que va realizar la sobreactuación necesaria para hablar tanto en reuniones como en convenciones. Este personaje es como un disfraz mental que utilizaremos para proteger nuestro ser íntimo, hablaremos en nombre de un cargo y de una empresa con un objetivo único: captar la atención del público y convencerle.
Preparar una presentación es también ensayar previamente el arranque para acostumbrarnos a una potencia de voz más alta, marcando los silencios cortos dentro de las frases para destacar palabras claves, y largos para marcar el punto final, es dibujar en el espacio algunas palabras para captar las miradas. Si preparamos bien este arranque, podremos dedicar más atención al público. Algunos actores escriben el guión mientras actúan, de la misma manera en una presentación tenemos que liberarnos del texto para interpretarlo mejor, potenciando todos los recursos de comunicación.
Para concluir insistiré sobre la complejidad del ser humano derivada de su historia, de su cultura y de su educación. Cada uno de nosotros tiene niveles distintos de resistencia al cambio. Aprender técnicas de comunicación es descubrir todo el potencial que tenemos inhibido, reprimido por falta de confianza en nosotros y en nuestra capacidad de cambiar. Lo más apasionante en mi papel de formadora es identificar este nivel de resistencia y encontrar la llave que abrirá el camino del cambio para construir un personaje público.
Pascale Bang-Rouhet. Gerente de ExpresArte