No hay recetas mágicas
Cambiar el modelo productivo español necesita de voluntad política, recursos públicos y privados y trabajo, afirma el autor
El largo periodo de crecimiento con creación de empleo disfrutado por la sociedad española ha finalizado de forma rápida y abrupta. Los avisos reclamando prudencia no fueron atendidos, y el modelo de crecimiento de la economía española apoyado en multiplicar artificialmente el precio de un producto básico: la vivienda, con el paralelo endeudamiento de las familias, ha agotado todos sus límites hasta desplomarse.
La abultada y larga en duración deuda de familias y empresas (casi dos veces el PIB anual, con algo más de 1 billón en préstamos hipotecarios), unida a la incapacidad de la economía española para competir con terceros (el mayor déficit en la balanza de pagos por cuenta corriente de los países desarrollados), de la que no es ajena la concentración de inversiones en operaciones inmobiliarias atraídas por rentabilidades poco decentes, delimitan un preocupante cuadro con características propias, agudizado por una crisis financiera internacional que afecta no sólo a los nuevos proyectos sino también la posibilidad de refinanciar la deuda contraída.
Por estos motivos, la economía española verá lastrada su capacidad de crecimiento en los próximos años con muchas posibilidades, desgraciadamente, de sufrir una severa destrucción de empleo.
Es necesario construir cimientos nuevos con un tejido productivo más diversificado y con mayor productividad, que sea capaz de distribuir la riqueza de forma más equilibrada (proyectos empresariales sólidos a largo plazo y empleos estables). Pero además es necesario articular durante el tiempo que dure la crisis una política de protección a las personas en peor situación mediante prestaciones económicas por desempleo y otras específicas que puedan ser necesarias. Por si no fueran suficientes estas dos tareas, hasta que no cambie la deteriorada posición con el exterior, el esfuerzo de las políticas expansivas pueden terminar en importaciones y, por tanto, en una transferencia de renta a terceros países.
El Gobierno ha anunciado su disposición a perseguir objetivos similares a los enunciados, pero las rebajas en los impuestos sobre la renta adoptadas en los últimos años imponen restricciones a los presupuestos de todas las Administraciones al limitar la expansión del gasto o generar un mayor déficit. En la actual situación sería oportuno eliminar la deducción en cuota de 400 euros en el IRPF y la supresión del impuesto de patrimonio, para con esos recursos (7.000 millones de euros) realizar una política ambiciosa de incentivo del alquiler de vivienda, la generalización de la educación de los niños de cero a tres años, crear una prestación universal por hijo a cargo, dar un impulso mayor a la Ley de Atención a las Personas Dependientes, e incrementar la política de I+D+i. Políticas que combinan la satisfacción de demandas con el potencial de crear nuevos empleos.
La gravedad de la crisis hace necesario utilizar todos los recursos posibles con una mejora significativa en la coordinación de las actuaciones de todos los niveles de gobierno, evitando parcelar las decisiones. Los peores tiempos que se avecinan van a servir también de banco de pruebas para medir la robustez y solvencia del modelo de Estado del que nos hemos dotado, con muchas posibilidades de mostrar grietas al haber estado acostumbrado a incrementos en los ingresos territoriales de dos dígitos durante muchos años.
El Gobierno de España se enfrenta a muchos dilemas en la elaboración de las cuentas públicas pero un presupuesto que mantenga los derechos en desempleo, pensiones y servicios sociales, en un contexto de fuerte descenso en los ingresos, difícilmente puede ser restrictivo, e incluso puede finalizar en un déficit superior al 3% del PIB. La presentación es otra cosa, porque se utiliza la ingeniería contable (uso de los activos financieros para excluir inversiones de la parte del presupuesto utilizado para el cálculo del saldo) y el uso de cifras difíciles de cumplir. A la espera de conocer la evolución real de las cifras de ingresos y gastos -peores los primeros y superiores los segundos-, los Presupuestos para 2009 pueden ser calificados de orientativos.
Las crisis son el momento adecuado para introducir cambios desde un diagnóstico acertado: los fundamentos de la economía española tienen graves deficiencias generadas en los últimos 15 años. Cambiar el modelo productivo español necesita de voluntad política, recursos públicos y privados, y trabajo, mucho trabajo, pero también necesita tiempo. La época del exceso se acabó, y no hay recetas mágicas que permitan superar la crisis en un breve espacio de tiempo. Por este motivo abrir expectativas inalcanzables no es el mejor servicio que se puede prestar a la ciudadanía.
Miguel Ángel García Díaz. Responsable del Gabinete Económico Confederal de CC OO