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Columna
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Nos vemos en noviembre

Es sabido que las elecciones presidenciales norteamericanas tienen un fuerte contenido de espectáculo, por lo que los dos próximos meses nos depararán una intensificación de los golpes de efecto y de los gestos mediáticos de ambos candidatos. En esta ocasión, las elecciones se celebran en medio de una aguda crisis económica que afecta intensamente a los norteamericanos. Entre otras cosas, en forma de petróleo caro, altos precios de los alimentos y fuerte déficit en el presupuesto federal.

Resulta curioso comprobar que en este escenario de dificultades económicas, los dos aspirantes a presidente son unánimemente considerados como profanos en economía. En cualquier caso, es evidente que la importancia del proceso y de su resultado desborda el ámbito de la economía de EE UU y afecta a la economía mundial. No puede desconocerse que el 22% de la producción mundial de bienes y servicios lo proporciona la economía norteamericana.

Las encuestas realizadas durante los últimos meses revelan que las principales preocupaciones económicas de los norteamericanos apuntan a los problemas energéticos -precio y dependencia- y las cuestiones fiscales -carga tributaria y volumen del gasto público-. Por este motivo, tanto McCain como Obama han centrado en estos temas sus ofertas económicas.

En materia fiscal, el programa de McCain parece considerablemente más consistente y solvente que el de su adversario Obama

Conscientes de la preocupación de los votantes, los dos contendientes plantean combatir la dependencia energética del exterior, pero sus estrategias de combate son ciertamente diferentes. Obama basa su apuesta en impulsar el desarrollo de las energías renovables y de todo tipo de fuentes alternativas. Por su parte, McCain, además del impuso a este tipo de energías, ha anunciado un intenso programa de construcción de centrales nucleares, y se ha comprometido a levantar la prohibición de explotar nuevos yacimientos petrolíferos -en tierra y en alta mar-.

Evidentemente, la triple apuesta del candidato republicano ofrece una clara fortaleza frente a la sencilla del demócrata, y augura mayor rapidez en el aumento de la producción energética y, en consecuencia, en el abaratamiento de precios. En cierto modo, Obama ha reconocido implícitamente la debilidad de su oferta, toda vez que ha prometido lograr la independencia energética en 10 años, dos más allá del final de su posible permanencia en la presidencia.

En materia fiscal, los programas también son claramente diferentes. McCain propugna un ambicioso plan de rebajas fiscales probusiness, reduciendo el tipo impositivo del impuesto sobre sociedades en 10 puntos porcentuales, aumentando las deducciones y permitiendo la amortización acelerada de las inversiones. Simultáneamente se ha alineado en el espíritu del menos Gobierno, prometiendo reducciones del gasto público adelgazando la burocracia federal. Ha establecido como meta alcanzar al final de su primer mandato -2012/2013- el equilibrio en el presupuesto federal.

Por el contrario, Obama ofrece un extenso programa de ampliación del gasto público, con intensificación de los programas sociales existentes y establecimiento de otros nuevos. Combina lo anterior con una promesa de rebajar el impuesto sobre la renta al 95% de los contribuyentes. Su problema es que, para no agravar el actual déficit federal, ambas medidas -aumento del gasto y disminución impositiva- deberán financiarse con el aumento de los impuestos que pagan el 5% de los contribuyentes. Convengamos que, afinidades ideológicas al margen, este requisito no parece precisamente factible, por lo que en materia fiscal, el programa de McCain parece considerablemente más consistente y solvente que el de su adversario.

Sin embargo, como es lógico, otros aspectos -económicos o no- pesarán también en la elección que se realice el primer martes después del primer lunes del próximo noviembre. En ese sentido, Obama está cultivando todos los tics que tradicionalmente se asocian a la base electoral demócrata. Su constante apelación a la clase media, las referencias a la fortuna de McCain o el apoyo a los sindicalistas de las plantas siderúrgicas recientemente cerradas son varios ejemplos al efecto.

Mientras tanto, McCain explota su perfil de héroe americano, imagen atractiva en un entorno de amenazas para la nación -terrorismo islamista, rediviva agresividad de los rusos, deriva revolucionaria indigenista en Latinoamérica…-. Adicionalmente, ha fichado para su equipo a Carly Fiorina, lo que -fue presidenta de Hewlett-Packard- refuerza considerablemente el flanco económico de su candidatura.

En todo caso, las diferencias de programa económico y de marketing electoral no constituyen las únicas diferencias entre Obama y McCain. Por el contrario, son múltiples y acusados los antagonismos existentes entre ambos -factores generacionales, de raza, de formación, vicepresidentes designados…-. Todo ello determina que el actual proceso electoral norteamericano sea cualquier cosa menos aburrido en su desarrollo o inocuo en su resultado. Entre tanto, la economía mundial observa la contienda con evidente interés, pues su recuperación depende en buena medida de la evolución de las finanzas del Tío Sam.

Ignacio Ruiz-Jarabo Colomer. Ex presidente de la SEPI y consejero de Copisa

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