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Ciudades del mundo

Ciudad del Cabo

Victoriana y moderna, cosmopolita y festiva, Ciudad del Cabo es la urbe menos africana de África.

Ciudad del Cabo
Ciudad del Cabo

Long Street es una de esas calles mágicas de las que se valen algunas ciudades para explicar lo que son. Si no existiera, sería muy difícil entender qué es Ciudad del Cabo, la urbe más antigua del país, fundada por los holandeses en 1652, y cuya fisonomía, muy alejada del perfil típico de las megalópolis africanas, recuerda mucho a las poblaciones costeras europeas o, por su vocación playera, a rincones de Los Ángeles, en Estados Unidos.

Ubicada en el centro financiero, Long Street recorre en paralelo el litoral, del que lo separa el monte Lion's Head, y su prolongación llega hasta el puerto, el Victoria & Alfred Waterfront, el icono urbano de la modernidad, un reducto comercial que ofrece alta costura, ropa pintada a mano, boutiques y tiendas de todo tipo, más de 40 restaurantes con diversidad gastronómica y un espectacular acuario. Es una calle llena de vida, flanqueada a ambos lados por elegantes edificios victorianos de dos plantas, con delicados balcones de hierro forjado, muchos pintados con colores chillones, en cuyos bajos se suceden bares, tiendas de moda, cafés, restaurantes, librerías y hoteles; una simbiosis perfecta del pasado y el presente.

El fluir suave de la gente paseando por esta ancha y tranquila calle durante el día, se ve alterado al caer la noche por el sonido de las músicas modernas, étnicas o de jazz, que se escapan a través de los altos ventanales y soportales de los viejos edificios que, como si fueran irreverentes campanas, convocan a una nutrida feligresía de noctámbulos. Long Street es uno de los epicentros de la agitada vida nocturna de Ciudad del Cabo, como también los numerosos bares del puerto, muchos ubicados en los antiguos edificios portuarios meticulosamente rehabilitados, o los del paseo marítimo de Camps Bay, al otro lado de Lion's Head, un barrio elitista, como su vecino Sea Point, ambos bañados por vientos oceánicos cargados de aromas de algas, desde donde se pueden contemplar algunas de las puestas de sol más hermosas de África.

Long Street es una calle llena de vida, uno de los epicentros nocturnos

Las playas de la Península del Cabo son un paraíso para surfistas

Una serie de calles paralelas y perpendiculares a Long Street configuran el centro urbano, conocido como City Bowl, al quedar encajonado entre el mar y el otro gran icono de la ciudad, la Montaña de la Mesa, casi siempre cubierta por un mantel de nubes, desde la que se disfruta una vista completa de una orografía atormentada. Ni así resulta fácil aprehender en su totalidad Ciudad del Cabo; algo no termina de encajar tras contemplar, en la lejanía, Robben Island, el Alcatraz particular de Sudáfrica, donde fue encarcelado en 1963 Nelson Mandela, condenado a cadena perpetua. Los retales de la historia que se agrupan en el casco histórico, entre zonas peatonales que invitan a andar y plazas donde se celebran mercados coloristas de artesanía o de flores, como el Ayuntamiento, la Casa de los Esclavos, el Old Town House o el Castillo de Buena Esperanza, ayudan a la comprensión, explican que los navegantes europeos, a fuerza de pasar por estas costas, terminaron por afincarse aquí, pero no despejan la incógnita de dónde está África; todo es demasiado ordenado, racional y pulcro, acaso excesivamente blanco. Esa es la peculiaridad de Ciudad del Cabo, su verdadera esencia: es una ciudad de blancos en un país de negros. Un nuevo apartheid, el económico, más sutil y posiblemente más difícil de combatir que el político, aquel sistema inhumano que privó de sus derechos a la población africana durante cuarenta años, mantiene a la inmensa mayoría de la población negra en la marginalidad, viviendo en barrios periféricos, como el de Bo-Kaap, donde se refugian los malayos descendientes de los primeros esclavos, o en los deprimentes guetos que se extienden a lo largo de muchos kilómetros a ambos lados de la carretera que conduce al lejano aeropuerto. El paisaje humano de Ciudad del Cabo, especialmente en el centro y en los barrios residenciales pegados al mar, es eminentemente blanco; los negros parecen invisibles, trabajando en las cocinas y las trastiendas de la ciudad y desapareciendo al anochecer, salvo una minoría de afortunados y algunos grupos de niños indigentes que extienden sus manos al aire en las puertas de los locales de moda.

Ciudad del Cabo es más que una ciudad, es una península, en cuyo extremo sur se encuentra un lugar mágico en el imaginario popular: el punto donde se funden en un abrazo los océanos Atlántico e Índico. No arruina esa sensación de conquista que se experimenta al contemplar el horizonte infinito y la furia del mar rompiendo contra las rocas 300 metros por debajo del faro de Cape Point, saber que, en realidad, la unión de ambos océanos se produce bastantes kilómetros más al este, en el solitario paraje del Cabo de las Agujas. Tampoco decepciona la Península del Cabo en su conjunto. Es un paraíso para los amantes de la naturaleza, los navegantes, los pescadores, los golfistas, los bañistas o los surfistas, que tienen en las corrientes que bañan las espectaculares playas de Noordhoek, donde se rodó parte de La hija de Ryan, un lugar donde poner a prueba su equilibrio y habilidad. La reserva natural de Buena Esperanza acerca la fauna salvaje al visitante y junto a las enormes rocas de granito de Boulders, al lado del pintoresco pueblo de Simon's Town, es posible pasear entre pingüinos.

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