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A fondo

Un fracaso arancelario que cuesta 130.000 millones

Decepción, desencanto, desafortunado desenlace, oportunidad perdida... son los comentarios comunes realizados en las últimas horas por los representantes de las 153 delegaciones comerciales presentes en Ginebra y que tras nueve días de intensas negociaciones llevaron, una vez más (por séptima vez), al fracaso de la Ronda de Doha, iniciada en noviembre de 2001 por la Organización Mundial del Comercio (OMC) para la reducción de aranceles a escala multilateral. En este caso el fracaso duele aún mucho más si se tiene en cuenta que tras siete años de negociaciones se ha estado a punto de encontrar una solución de equilibrio, abortada por las diferencias en materia de subvenciones agrícolas entre países emergentes y desarrollados.

El fracaso es más importante si cabe si, como ahora, todas las áreas desarrolladas (Estados Unidos, Europa y Japón) se encuentran en proceso de estancamiento o desaceleración económica, y las emergentes, están muy afectadas por el encarecimiento de las materias primas, algo que no ocurría a la vez desde hace décadas. 'Necesitábamos el éxito de Doha porque la economía mundial está en una situación incierta y cada elemento de certidumbre interesa a largo plazo al Planeta', se lamenta el comisario europeo de Comercio, Peter Mandelson.

Incentivo al consumo

El éxito de la Ronda de Doha habría servido para estimular el comercio y el PIB mundial

Y no es para menos, con una previsión de crecimiento económico mundial del 4% para este ejercicio según estimaciones del Fondo Monetario Internacional, la más baja de los últimos cuatro años, la OMC había calculado que un acuerdo arancelario satisfactorio podría impulsar los intercambios comerciales en un montante superior a 130.000 millones de dólares (84.000 millones de euros), una cantidad significativa para capear el temporal de la desaceleración.

A estas alturas las delegaciones reconocen que todos los países salen perdiendo por la falta de acuerdo, aunque unos, los menos desarrollados, serán los más perjudicados ya que sumarán a su pobreza las trabas arancelarias que ponen los Estados más ricos.

Ayer, Susan Schwab, la representante de Estados Unidos intentó limar asperezas, asegurando que su país mantendrá en lo sucesivo las ofertas que ha hecho su país en Ginebra. Entre ellas, rebajar su límite máximo de subsidios a 15.000 millones de dólares anuales, con respecto a los 48.000 millones actuales. 'Si los demás están listos para seguir adelante y responder a nuestro ofrecimiento de forma significativa aquí estamos', sostuvo.

Sin embargo, Schwab insistió en responsabilizar a China e India del fracaso de las negociaciones por defender un nuevo mecanismo de salvaguardas que les hubiese permitido subir sus aranceles en caso de un incremento importante de las importaciones agrícolas o una fuerte caída de los precios internacionales.

El director general de la OMC, Pascal Lamy, propuso un límite del 40% de aumento de las importaciones a partir del cual se podía activar dicho mecanismo pero un amplio grupo de países en desarrollo, liderado por India, exigió una rebaja de hasta el 15% que no fue aceptada por el resto.

Y es que la regla del consenso es la que ha viciado las conversaciones de partida. La OMC no tiene un sistema de toma de decisiones jerarquizado de forma que sus 153 miembros deben dar el visto bueno a cada una de las propuestas de liberalización comercial, con el riesgo de que las discrepancias sobre sólo una de ellas pueden llevar al traste un hipotético acuerdo sobre las rentantes. Lamy intentó en Ginebra con una treintena de ministros reducir las voces discordantes.

Regla de consenso

En vista de que los primeros días no se llegaba a acuerdos fructíferos pasó a reuniones más reducidas de los siete países o áreas considerados claves en el proceso (Australia, Brasil, China, EE UU, India, Japón y la Unión Europea). Pero ni siquiera a siete se pudo poner de acuerdo sobre el lista de salvaguardas agrícolas. Desde ahora todos deberían asumir su parte del fracaso y sin repartir acusaciones mutuas. Estados Unidos porque planteó escasas rebajas en sus subsidios sobre lo ya anunciado antes de Ginebra. La UE, porque se fijó más en la contrapartida norteamericana que en el resto. China e India, porque forzaron la máquina al máximo en su intento de poner sobre la mesa su creciente influencia en la economía mundial.

Ahora sólo queda, esperar a ver si se puede recomponer el desaguisado, conscientes de que habrá que pasar al menos dos años para celebrar nuevas reuniones, con un escenario de elecciones en EE UU en noviembre, europeas e indias en el primer semestre de 2009. Lamy recogió ayer rápidamente el guante que le lanzó Schwab e indicó que el 'progreso hecho sobre el 85% de los asuntos debería ser preservado'.

Países como Venezuela ya han expresado sus reservas sobre mantener lo ya acordado. Brasil, tras el fracaso de las negociaciones multilaterales, trabajará también para promover acuerdos comerciales bilaterales.

Mientras tanto, la patronal europea BusinessEurope se mostró igualmente decepcionada por el bloqueo de las negociaciones y pidió a Lamy, que no se dé por vencido, informa Efe. En la mesa hay mucho que impulsar. Tanto como unas exportaciones mundiales de mercancías que en 2007 alcanzaron los 13,6 billones de dólares.

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