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Treinta años de ritmo

Tres décadas de música son la banda sonora de CincoDías y la caja de resonancia de la marcha de la economía

En 1978, el mercado de la industria discográfica en España vive un momento de esplendor. La plena y recién estrenada libertad de expresión, la irrupción de nuevas tendencias y modas musicales restan protagonismo a la canción protesta, que había burlado hasta entonces la censura y el tiempo de silencio.

La música es ahora el vehículo de la modernidad. Del poema de Quevedo, Don Dinero, interpretado por Paco Ibáñez, se pasa a escuchar Horror en el hipermercado, de Alaska y Los Pegamoides, sin complejos. El final de la década de los setenta es, sin duda, el dominio de la industria discográfica frente a otras producciones culturales.

El mercado musical da muestras de una viveza sin precedentes, la distribución y los conciertos en vivo, también. Vamos a tocar un rock and roll a la plaza del pueblo, del grupo Tequila, quería agitar el rincón más vetusto de nuestra geografía. Las pequeñas salas brotaban por todo el país; el templo de la movida, Rockola, contaba con réplicas en Vigo y en Gijón. ¿Qué hace una chica como tú en sitio como éste? se preguntaba Burning en 1978.

Los discos piratas, en los ochenta, eran objetos de deseo de coleccionistas

La música en vivo era ubicua y estaba en las barriadas, en la calle, en los despachos y llenaba estadios. En plena crisis económica en 1981 se inauguraba la era de los macroconciertos de la mano del promotor musical Gay Mercader, Springsteen, The Clash, AC/DC. Un año después aterrizaban los Rolling Stones. Las cifras comienzan a bailar también por una insaciable demanda de nueva música. La maquinaria de la industria musical internacional es imparable.

Modas, tendencias y estilos irrumpen en nuestra recién estrenada democracia como estímulo cultural. La nueva ola, el punk, el reggae y hasta el rap, que en 1978 ofrecía su primer precedente, penetran en nuestro país al unísono. Los ochenta fueron una coctelera en la que creatividad, producción y demanda se agitaron acompasadas dentro y fuera de nuestro país. Convivían los superventas con apuestas más audaces que se colaron en las listas, como Enamorado de la moda juvenil, de Radio Futura.

Hasta entonces, los discos piratas resultaban sólo un codiciado objeto de deseo para coleccionistas que escudriñaban las abundantes tiendas especializadas con material de importación. Los noventa son la confirmación de la crisis con la merma del mercado por las copias ilegales. Primero el casete, luego el CD y finalmente el formato digital (MP3 al término de la década). La SGAE en España reaccionaría al igual que toda la industria discográfica internacional y el proceso culminaría con el cuestionado canon digital.

El nuevo milenio es un baile de fusiones de las grandes mutinacionales por cerca de 12 billones de euros que supone el mercado mundial. Pero, asimismo, es apogeo de sellos independientes. En España, el sello Nuevos Medios, hace 25 años ya, promovía música española diferenciada, otras fusiones, el encuentro del flamenco y el jazz o el blues que daría lugar a hallazgos como Pata Negra. Pasa la vida es toda una reflexión musical para 30 años de producción discográfica en España.

A lo largo de estas tres décadas hay que mencionar inevitablemente a fenómenos como La Macarena, de Los del Río, con cuatro millones de copias vendidas en todo el mundo. Y destacar al cantante Raphael como el único interprete con Disco de Uranio, 50 millones de álbumes vendidos y certificados. La industria, sin embargo, traza líneas coherentes. En 1978, el cineasta Martin Scorsese estrenaba la película El último vals, despedida de los grandes músicos de los sesenta.

En 2008, en el último festival de Berlín, homenajeaba a los fáusticos Stones con su último filme, Shine a Light.

¿Crisis?, ¿Qué crisis?

Hace 30 años Joaquín Sabina lanzaba su primer álbum, Inventario, y Joan Manuel Serrat, que llevaba una década de protesta, grababa el lacónico 1978. Ambos no sabían entonces que remontarían el vuelo juntos y se pondrían a tiro en las listas de discos más vendidos. En el álbum de Serrat se incluía la canción Ciudadano, en cuya letra se podía escuchar: 'A quién le importarán / tus deudas y tus deudores'. En su ópera prima, Joaquín Sabina compuso El tango del quinielista, homenaje al trabajador de entonces: 'Quinielista pobre que tendrá / que volver a la fábrica de nuevo / el lunes a las ocho / como cada semana / renunciando de momento / a la entrada del piso'.

La irresistible tentación de volver

En 1978, un vinilo valía en las tiendas menos de tres euros. Las entradas para ver a los Rolling Stones en su visita a España en 1982 costaban 12 euros. 30 años después, un CD cuesta una media 18 euros y la entrada del último concierto de sus Satánicas Majestades en julio de 2007 partía de un mínimo de 60 euros. En la actualidad se aprecia la música más que nunca y el aficionado es más exigente. La música es un fenómeno sociológico e intergeneracional. Por eso vuelven, Nacha Pop, Tequila...

Del Walkman al iPod

El sueño de Akio Morita, fundador de Sony, fue crear un reproductor musical que permitiera escuchar música en todo momento y lugar. El walkman fue el icono de los ochenta. La portabilidad musical, sin embargo, fue el comienzo de las copias musicales masivas de los originales en cintas vírgenes. Se inauguraba la pesadilla para otra de las unidades de negocio de la multinacional Sony, la industria discográfica. Luego llegaría el discman y la posibilidad de grabar en CD y, por último, el MP3. En este trayecto la industria sufría la adaptación a nuevos soportes, el fin del vinilo, tecnología láser y la música en internet. Sin embargo, el universo digital brinda nuevas posibilidades, más allá del soporte.

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