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Columna
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El petróleo en una economía global

Diversos factores se conjugan en los niveles alcanzados en el precio del petróleo y resulta complicado pensar en una respuesta clara de la política económica, aunque parece más sencillo intuir las consecuencias de cualquier acción posible: todos seremos más pobres.

Las causas que contribuyen a explicar el alza inusitada del precio del petróleo son múltiples, de naturaleza real y financiera, de oferta y de demanda, localizadas en economías emergentes y en zonas desarrolladas. Esta diversificación de las causas y la dispersión de su localización hacen difícil poder articular una política económica nítida que contribuya a frenar la generación de expectativas inflacionistas persistentes o a limitar sus efectos depredadores sobre el crecimiento. El propósito de conseguir ambas cosas se muestra como una quimera.

Se ha apuntado a la contribución de actitudes especuladoras en los mercados de derivados sobre materias primas. De hecho, la reciente reunión del G-8, que reúne a los principales países desarrollados, ha pedido al Fondo Monetario Internacional que estudie dicha posibilidad y seguramente se presentará alguna conclusión en la próxima reunión del G-8 en julio.

Con independencia de esta posibilidad, se pueden encontrar factores de demanda y de oferta. Por el lado de la demanda también hay motivos para la perplejidad, ya que las zonas desarrolladas han venido mostrando un fuerte dinamismo de hace una década y muchos países emergentes también. De hecho, durante la fase alcista del ciclo se hizo necesario buscar explicaciones para la moderación en el comportamiento de los precios. Ahora se señala que la prolongación de importantes ritmos de crecimiento y su generalización en muchas áreas geográficas han terminado por afectar a los precios del petróleo. La paradoja es que los precios son elevados a la vez que la economía norteamericana se debate entre estar o no en recesión y las economías europeas se encuentran en una fase de desaceleración.

Sin embargo, se pueden añadir otros factores que están contribuyendo a una demanda del petróleo superior a lo esperado. Por un lado, los subsidios a los precios en muchos países asiáticos están fomentando una demanda artificial e impidiendo la búsqueda de eficiencia tecnológica. El fin de los subsidios en ciertos países del sudeste asiático, y su repercusión sobre la inflación, tiene el coste de disturbios sociales. Precisamente el control de la inflación es lo que está calibrando China para no eliminar o reducir sus subsidios, al menos hasta que no pasen las Olimpiadas. También la demanda se está viendo estimulada por la depreciación del dólar, que hace más barata la factura de aquellos países cuya moneda se aprecia frente a la divisa norteamericana.

Precisamente motivos de estrategia de política económica es lo que parece encontrarse en la demanda actual de los países productores de petróleo. En este caso se combinan un efecto riqueza por los flujos de petrodólares, subsidios en los precios y el objetivo de construcción de refinerías y plantas petroquímicas. Parece que para contrarrestar la búsqueda de los países desarrollados de energías alternativas como el etanol, estos países están dirigiendo su inversión a industrias intensivas de energía. La consecuencia es una menor disponibilidad de petróleo para exportación. Así que la producción no parece suficiente y, además, muchos países de la OPEP no consideran que haya justificación para su incremento. A pesar de ello, recientemente Arabia Saudí ha decidido aumentar la oferta aunque, una vez más, problemas técnicos en el mar del Norte disparan el nerviosismo de que no se conseguirá aumentar la producción total.

La aparición de muchos países emergentes como jugadores en la economía mundial supone un cambio estructural que afecta a la oferta y demanda de petróleo. Se necesita ajustar la oferta a esta realidad y por tanto se necesita invertir en producción, en tecnología y en eficiencia. Pero esto son respuestas de largo plazo.

A corto plazo las respuestas de política económica son difíciles. Los países desarrollados, especialmente en Estados Unidos pero también en la Unión Europea, han estado contrarrestando las tensiones de liquidez con actuaciones monetarias y no se ha descartado el uso de la política fiscal para sostener la economía. Sin embargo, casi de forma inesperada la inflación se convierte en un riesgo superior.

El propio presidente de la Reserva Federal plantea los interrogantes de cómo se forman las expectativas inflacionistas y cómo debe ser la respuesta. A la cuestión de cómo bajar los precios del petróleo, el financiero George Soros ha dado la respuesta: hay que bajar el consumo en los países desarrollados. Para ello pueden barajarse diversas actuaciones, pero cualquiera de ellas implica menor crecimiento y que seremos más pobres.

Nieves García-Santos. Economista

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