La CNE, la tarifa y el falso mito
Una de las ideas que más me llamaron la atención al leer el conocido opúsculo de C. S. Lewis El León, la bruja y el armario es lo contradictorias y falsas que pueden resultar las primeras apariencias. En el libro del compañero de Universidad y de disciplina de Tolkien, un león aparentemente fiero resulta ser la más bondadosa de las criaturas, y una joven bella y distinguida, una bruja auténtica, la misma encarnación del mal.
Hace unos días, en el marco del debate abierto sobre la tarifa eléctrica -que surge a propósito de encontrar fórmulas para superar el llamado déficit eléctrico-, la Comisión Nacional de Energía ha remitido al Ministerio de Industria por primera vez un cálculo de los llamados windfall profits (beneficios caídos del cielo) que recibirían las instalaciones nucleares e hidráulicas por participar en el mercado organizado de la electricidad (pool).
Con sus dudas -no respaldas por todos los miembros de consejo de la CNE-, el regulador no ha venido sino a echar una innecesaria leña al fuego de la inseguridad jurídica en la que se mueve el sector desde hace años -parte importante del problema energético español-, contribuyendo a alimentar un falso mito. Este no consiste en otra cosa que en creer que el funcionamiento del pool y el mercado de la electricidad es ineficiente. La apariencia, como en las Crónicas de Narnia, es la siguiente: un regulador destapa algunas ineficiencias del sistema que permite a las grandes compañías alcanzar beneficios injustificados. La realidad, por el contrario, no se parece en nada al tergiversado diagnóstico.
Es importante dejar claro que no son estas instalaciones las causantes del déficit tarifario que vienen denunciando las compañías eléctricas, sino más bien la voluntad política, reticente siempre ante un aumento de la tarifa eléctrica, que en la actualidad no refleja los costes reales de la energía.
El informe de la CNE remitido a Industria otorga especial relevancia al hecho de que dos tecnologías de producción con mínimos costes variables (nuclear e hidráulica) se paguen al mismo precio de energías más caras. Sin embargo, atender únicamente a la relación entre costes variables y beneficios, en el marco de lo que es un mercado económico como el eléctrico, lleva a conclusiones equivocadas.
Por otro lado, remunerar la producción de energía eléctrica en función de los costes y no a precio de mercado conduciría a desincentivar las inversiones más eficientes, al encarecimiento final de la energía y a una pérdida de competitividad. Asimismo, no puede excluirse que en algún momento el precio del pool sea inferior a los costes de generación nuclear en el supuesto en el que se desplomasen los precios del gas natural.
Las centrales de generación nuclear e hidráulica tienen un importantísimo papel en el juego de las subastas de energía del mercado diario. Las tecnologías nucleares, al ofertar su energía en el pool a cero, y las hidráulicas a continuación, consiguen que el precio marginal o de casación sea inferior al que podría resultar en caso de no existir las mismas.
No puede obviarse la fuerte alza que ha sufrido el precio del gas natural, que incrementa el coste de generación de las centrales de ciclo combinado de gas que generalmente determinan el precio marginal del pool, así como el encarecimiento de las tecnologías de generación que utilizan combustibles fósiles, consecuencia de la entrada en vigor del Protocolo de Kioto en relación a los derechos de emisión de CO2. Estas circunstancias hacen que estas tecnologías deban ofertar la energía en el mercado mayorista a precios más elevados, incrementando así el precio marginal del pool. Por ello, la participación de las tecnologías nucleares e hidráulicas contribuye a disminuir el coste de la energía.
La CNE ha denunciado que la ley 'regala' 4.400 millones a las energías hidráulica y nuclear. Pero nada más alejado de la realidad si se tiene en cuenta que ni la primera ni la segunda tienen costes variables nulos, como ha sostenido la Comisión, ni menos aún su rentabilidad es elevada ni se encuentran totalmente amortizadas.
En relación con las hidráulicas, no es cierto que éstas tengan coste variable nulo. Así, por ejemplo, las hidráulicas de bombeo adquieren energía para bombear el agua y producen la electricidad en las horas de mayor demanda. Obviamente la electricidad producida es inferior a la consumida por las pérdidas en el bombeo y la generación eléctrica. Dichas hidráulicas producen cuando el precio es alto, pero ello no implica que sus ganancias sean elevadas, pues no producen constantemente, sino un reducido número de horas al año. Todo ello sumado a los altos costes fijos y las numerosas tasas y tributos a las que se encuentran sometidas, hacen que los resultados no sean los que indica la CNE. En conclusión, la rentabilidad anual no es alta, pese a que sus ingresos unitarios puedan ser elevados, debido a que las horas de producción anuales suelen ser inferiores a 1.500 horas.
La generación hidráulica no está completamente amortizada como se quiere hacer creer. La vida útil de muchas centrales hidráulicas en cuanto a su obra civil puede rondar los 65 años. Por ello, y atendiendo a que muchas de ellas han sido construidas entre los años sesenta a noventa, su amortización aún no se habría producido.
Algo parecido ocurre con las centrales nucleares, que tienen unos costes variables que se han incrementado de forma significativa en estos últimos años, como el caso del coste del combustible nuclear. Los costes fijos, por su parte, son muy elevados en razón de las fortísimas inversiones iniciales, a lo que debe agregarse los costes ocasionados por las medidas de seguridad cada vez mayores. En la gestión de una central nuclear prima la seguridad sobre cualquier otro criterio de carácter económico; es importante establecer un marco permanente de beneficios económicos que posibiliten las inversiones adecuadas en seguridad y los costes de clausura y gestión de residuos. La ausencia de este tipo de inversiones y provisiones podría llegar a suponer la pérdida de la autorización de explotación.
Por razón de restricciones técnicas, una central nuclear no puede hacer seguimiento de carga (deben operar siempre a plena potencia), lo cual supone que en cualquier caso y sea cual sea el mecanismo de subasta existente, la energía nuclear debe ser ofertada en primer lugar a cualquier precio. Por ello, los argumentos de la CNE en cuanto a la inexistencia de costes variables no puede generalizarse a la tecnología nuclear.
No todas las nucleares han sido amortizadas, ya que las centrales existentes se establecieron entre los años setenta a ochenta, y que se supone que tienen una vida útil de 40 años, aún no están amortizadas. Asimismo, las nuevas inversiones exigidas en materia de seguridad alargan aún más el plazo de amortización.
En definitiva, la batalla de la tarifa eléctrica puede ser la gran oportunidad del sector energético español para encarar las soluciones que necesita y que han sido detectadas a lo largo de una década de liberalización. En este gran debate que ahora se abre es preciso que bajo criterios realistas y mirando a largo plazo no se pretenda desviar la esencia del problema de los costes reales de la energía como causante del déficit tarifario, al funcionamiento del pool y las tecnologías en él participantes, que ha demostrado ser eficiente.
Javier Cremades. Abogado, socio de Cremades & Calvo-Sotelo