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Crónica de Manhattan
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un Tribunal muy cercano

Esta semana ha ocurrido algo curioso en el Tribunal Supremo. Ante esta Corte se presentó un caso que sienta a 50 empresas americanas en el banquillo por ayudar en el pasado al régimen sudafricano del apartheid. Cuatro de los nueve magistrados del Tribunal, incluido su presidente, John Roberts, tuvieron que inhibirse porque tienen intereses en algunas de las compañías. Sin un quórum de seis el Supremo no puede ver los casos.

El caso ha vuelto al tribunal inmediatamente inferior. No es la primera vez que los magistrados del Supremo tienen que inhibirse por tener intereses en empresas. Roberts tuvo que mantenerse al margen de otro por tener acciones de Pfizer y Samuel Alito no podrá participar en el recurso de Exxon para revisar la indemnización por los daños de la catástrofe del Exxon Valdez.

El caso de las 50 empresas es excepcional, pero las inhibiciones individuales pueden dejar más de una decisión en tablas, es decir, a cuatro jueces contra otros cuatro. Si no hay posible desempate, el caso vuelve a un tribunal inferior, cuya decisión es firme, pero no sienta precedente.

Esto ocurre porque a diferencia de muchos miembros de la Administración del Estado, los jueces no están obligados a vender sus acciones e invertir en fondos.

Y las tablas son posibles porque cada vez se resuelven más recursos con un sólo voto de diferencia. En 2007, un tercio de las decisiones del Tribunal se zanjaron con una mayoría de cinco a cuatro votos. Eran cuestiones muy políticas y los jueces están muy polarizados, aunque cobra fuerza la visión más conservadora.

No obstante, en las decisiones en las que se ven afectadas empresas hay mucho más consenso y, normalmente, a favor de las compañías.

El año pasado hubo decisiones que hacen más difícil que los inversores demanden a ejecutivos cuando hay sospechas de fraude. El Tribunal está rebajando considerablemente las indemnizaciones por daños y perjuicios, es benevolente con las compañías acusadas de competencia desleal y ha dificultado las demandas por discriminación salarial.

En términos generales, el conservadurismo en el que se ha instalado el Tribunal Supremo es un logro de George Bush al ampliar la nómina de magistrados de esta sensibilidad política con el nombramiento de Roberts y Alito, pero según un artículo de The New York Times de marzo (Supreme Court Inc.) sobre la actitud del Supremo con respecto al mundo empresarial, el giro se empezó a dar años antes y siguió en la época de Bill Clinton.

El presidente demócrata nombró a Ruth Bader Ginsburg y Stephen Breyer que fueron apoyados por la Cámara de Comercio. En esta institución, y a decir del Times, están muy satisfechos con el Tribunal. Y tal y como está el consenso entre los magistrados en estos temas, no deben temer empates, inhibiciones y/o recusaciones.

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